La «Crisis» Migratoria y el Imperialismo Rojo – por Pablo Laurta

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La promoción de la migración no tiene nada que ver con pagar pensiones, o razones humanitarias. Sino con disolver la capacidad de los estados-nación para oponerse a la imposición de políticas desde organismos internacionales. Me explico:

Los países objeto de presiones por parte de estos organismos para «aceptar migrantes» son los que tienen una economía de mercado próspera y un sistema de gobierno democrático-republicano. Se presiona a Japón y Corea del Sur, pero no a China. Se presiona a Chile, Brasil, Argentina, pero no a Cuba.

El reparto de gentes bajo la guisa de la «diversidad» parece seguir el mismo objetivo que los traslados de población bajo la Unión Soviética estalinista: la generación de división y sospecha en lo local que aborta la organización político-social desde la base y una homogeneidad global que facilita la gestión del recurso humano al politburo: disolver las identidades de los pueblos para coagularlas en una sola, soviética o cosmopolita, dependiendo de la década.

De este modo, las naciones sometidas enfrentan problemas de cohesión que se suman a los enfrentamientos entre clases sociales, géneros, razas, religiones,  orientaciones sexuales que desde siempre han sido incentivados por el marxismo.

Desordenadas por conflictos internos, y con una imagen descolorida de la identidad propia, las naciones están mal paradas para responder a los intentos de imposición de políticas por parte del poder institucional ejercido desde los organismos internacionales.

Ejemplos de estas imposiciones son las guías de adoctrinamiento sexual neomarxista patrocinadas desde organismos internacionales en Uruguay y que se aplican a pesar del rechazo prácticamente unánime de los padres a las mismas.

La «Ley Trans» también rechazada por la población uruguaya pero que se espera sea aprobada con los votos de un oficialismo de fuerte talante marxista.

O la legalización del aborto en Argentina, que a pesar de ser rechazada por el legislativo se intentará implementar de facto y a contrapelo de la voluntad popular por la vía administrativa.

Algunos le dirán «nuevo orden mundial», pero este imperialismo con cola de paja, no es algo nuevo. Tiene una larga trayectoria que está profusamente manchada de rojo.

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