Se comienza a reconocer implícitamente en Uruguay que el patriarcado es un mito.

mito del patriarcadoRecientemente, el ex-director de salud de la Intendencia de Montevideo, Pablo Anzalone, publicó una nota de opinión en el portal El Telescopio, medio que nos entrevistara algunos días atrás, sobre la precariedad de la atención a la salud de los varones en el que implícitamente se reconoce que la «sociedad patriarcal» es un mito. Si bien en este artículo se ilustra con una amplia cantidad de datos fidedignos, creemos que Anzalone comete algunos errores de interpretación de los mismos que puntualizaremos aquí:

 

1 – «Los roles de género son construcciones culturales, no hechos naturales.

 
Los roles de género no son solamente construcciones culturales arbitrarias, se basan en hechos naturales, siendo estos hechos las diferencias biopsicológicas entre los sexos. Históricamente, ninguna civilización empujó jamás a la mujer a un rol público mientras intentó empujar al varón al ámbito doméstico, como está intentando el feminismo en este momento, sino que todas desde China a Inglaterra, se han basado en lo que Anzalone llama «roles tradicionales de género». La única forma de justificar las acciones del movimiento feminista es negar anticientíficamente, la existencia de estas diferencias biopsicológicas plenamente documentadas. (Lectura recomendada)

 

2 – «La concepción de la masculinidad es un producto histórico relativamente reciente»

La masculinidad como construcción cultural de la civilización occidental ha venido evolucionando ininterrumpidamente desde tiempos inmemoriales. Los «roles de género tradicionales» a los que el feminismos que Anzalone apoya pretende dislocar, ya estaban presentes en la mitología grecoromana. Salvo que consideremos a la mitología grecorromana como un fenómeno cultural reciente, la afirmación es desacertada.
 

3 – Que la razón de que los varones nos ocupemos menos de nuestra salud es culpa de los roles tradicionales de género.

La razón por la que como varones no visitamos tanto el médico como las mujeres, no es que prefiramos no hacerlo por nuestra adherencia a «roles de género tradicionales» como el artículo sugiere.
Los varones estamos biopsicológicamente preparados para nuestra prescindibilidad, con niveles más altos de testosterona que nos predisponen a proteger a los demás, en lugar de cuidarnos a nosotros mismos.
Esta condición psicobiológica masculina, está siendo abusada por el movimiento feminista, al activar las emociones protectoras de los varones, representando a las mujeres como víctimas, para generar apoyo para la instauración de privilegios para la mujer.
 ¿A quién no le gustaría pasar la tarde en el médico porque nos dió un tirón en la espalda en lugar de seguir armando encofrados en una obra, haciendo instalaciones eléctricas o cargando cajones? No es una adherencia a los «roles tradicionales de género» lo que nos previene de hacerlo, sino la inmensa carga de responsabilidades que la sociedad apoya sobre la espalda de los varones, para luego, ginocéntricamente, desestimar los sufrimientos y los esfuerzos que le causan a los varones estas responsabilidades, centrándose solamente en los problemas, muchos de ellos absurdamente banales, que enfrenta la mujer.
Estas responsabilidades específicas del varón, de mantener una casa, de alimentar a su familia, de protegerlos y mantenerlos seguros, es la misma razón por la que los varones trabajamos más horas, la misma razón por la que los varones trabajamos en ocupaciones más incómodas, estresantes y riesgosas, y la razón por la que los varones ganamos más y es justo. No es porque nos creamos más que ellas, ni porque pretendamos ningún privilegio, es porque nos esfrozamos más, porque la sociedad espera más de nosotros y si no logramos más, nos castiga.
Si bien es cierto que los «roles tradicionales de género» dan al varón el rol de proveedor, también le brindan también una serie de paliativos que hacen ocupar ese rol algo mucho más llevadero. En cambio, es el feminismo el que ha destruido todos estos paliativos y ha difundido entre las mujeres la idea de que el rol de proveedor del varón es redundante, agraviando a todo nuestro género, insultando el esfuerzo heróico que durante años los varones realizamos por el bienestar de nuestras familias, y generando un aumento brutal del porcentaje de hogares sin padre, y su contracara más triste, la cantidad de hombres solos.
En estas condiciones, el varón tiene que proveer todavía más, para justificar su valor como integrante de una familia, recrudeciendo a niveles tan intolerables las responsabilidades que recaen sobre el varón, que la tasa de suicidios entre varones es casi 4 veces más alta que en las mujeres.
Muchas mujeres nos dejan si perdemos el trabajo o no ganamos lo suficiente y la sociedad actual, más que la anterior al feminismo, responsabiliza de esto al varón.

Un haz de esperanza

Posturas como las de Anzalone, diagnostican erróneamente las causas de nuestro sufrimiento e intentan utilizarlo para justificar más intervenciones contraproducentes del movimiento feminista para «curarnos» de esta «masculinidad enferma» que tenemos, por el solo hecho de sentir de acuerdo a nuestra naturaleza.
Fijémonos, que cuando la mujer, o una orientación sexual alternativa tiene un problema (baños inclusivos), debe cambiar la sociedad para adaptarse a sus más superficiales requerimientos, ahora, cuando los varones sufrimos de una tasa de suicidios más de 3 veces más alta que la mujer, somos nosotros los que debemos cambiar o ser reformados a la fuerza por el estado para adaptarnos al orden social que se nos impone.
Esto, más que ninguna otra cosa, devela la opresión a la que somos sujetos, y que nuestra voz, está siendo desoída sistemáticamente por quienes diseñan las políticas públicas que se implementan desde el estado en este país.
Dicho esto, al menos comienza a reconocerse implícitamente, que la «sociedad patriarcal» es un mito, y no debemos subestimar este logro que el movimiento por los derechos de los varones, no solo en Uruguay a través de nosotros sino en todo el mundo occidental, ha logrado. El esfuerzo y el sufrimiento del varón existen y merecen tanta atención como los problemas que afectan específicamente al sexo femenino.

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