El feminismo, el aborto y la responsabilidad – por Martin Alcala

Ayer, conversando con una dama de estas que ante la menor discrepancia nos acusan de machirulos misóginos, le hacía notar mi acuerdo con la consigna «mi cuerpo, mi decisión».
Por mucho que asumamos una actitud solidaria, los varones apenas participamos en el coito y listo.
Luego de eso, la que porta el embarazo es la mujer y no hay modo de cambiar ese rol.

En todo caso, si hay amor o si hay responsabilidad, el varón acompañará a la mujer en ese trance e inclusive le brindará sustento, sea durante todo el ciclo o sólo cuando ella ya no pueda trabajar y luego de que nazca el niño.
O si no, rajará.
La que no puede rajar es la mujer.
Por tanto, es su cuerpo, claramente. Y es su decisión.
El problema es que la decisión fundamental para cuidar su cuerpo si no desea embarazarse es prevenir.
Porque ya embarazada está el problema y en tal caso sólo queda resolver en emergencia.
La decisión es prevenir.

La dama me contestaba que la mujer no es responsable de lo que le pasa, sin agregar detalle.
Simplemente, es culpa de otro.
Pues, si tomásemos eso como cierto entonces deberíamos considerar a la mujer adulta como un discapacitado mental, una persona incapaz que debe ser protegida de todo, aún de sus propias decisiones.
No me parecía razonable.
La dama quiso corregirse y adujo que la mujer no sabe y que está en aprendizaje. Expresó que ella asume a las mujeres como «educandos», es decir, como niños en una escuela.
Muy raro para una empañuelada verde agresiva.

Ahora, otra dama escribe en favor del aborto y profiere que «los hombres, a opinar sobre vasectomía», indicando que nosotros no deberíamos meternos en sus cosas.
Luego refuerza con que «los que asesinan y violan son los varones».
Eso hacemos.
Le pregunto entonces, siendo varón, si yo también debería considerarme asesino y violador.
Ella me responde «otra vez la literalidad», en referencia a que lo de muerte al macho no es literal y seríamos todos imbéciles si nos molestara.

En definitiva, es lo mismo.
No asumen la responsabilidad.
Ni de prevenir, ni de reconocer el error, ni de acusarnos de asesinos, ni de pedir nuestra muerte.
Toman las decisiones, sin duda, mas luego, cuando salen mal, la culpa sería nuestra porque entendimos mal.
Porque fuimos «literales».

Quizás tenía razón la primera.

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