De Inodoros y otras yerbas – por German Giudici Huertas

Ser hombre hoy en día parece ser razón suficiente para sentir culpa, vergüenza, arrepentimiento.

Y ni te digo a los que nos tocó ser blancos y heterosexuales… El Diablo.

Nos enseñan a concebir la naturaleza masculina como algo negativo, violento. A autoflagelarnos por eso. A concebir la masculinidad como una parte de nuestro ser que debemos aprender a controlar; a reprimir. Como si fuésemos bestias que necesitan ser domadas.

El hombre moderno está afrontando una crisis existencial sin precedentes. Mientras que nos enseñan a rechazar nuestra masculinidad y a sentir asco de nosotros mismos, cuando hay que enfrentar catástrofes, salvar vidas, o cuando hay que marchar a la guerra, o simplemente cuando toca «poner el lomo» y sacrificarse por los demás, sólo ahí los hombres mágicamente nos convertimos en el orgullo de nuestras naciones y de nuestra sociedad…

Qué conveniente, no?

Transitamos por tiempos en los que todas aquellas virtudes que siempre le fueron atribuidas a la masculinidad son sistemáticamente condenadas, despreciadas, e incluso hasta criminalizadas por misma sociedad que ahora nos usa y descarta a su conveniencia, con el único propósito de salvaguardar su culo y así lograr prevalecer en esta jungla.

Somos el mal necesario… somos como esa sustancia tóxica a la que todos han (hemos) aprendido a temerle, pero que necesita ser inyectada en pequeñas dosis cuando las papas queman.

No debería existir el Día del Hombre. Con que hoy se celebre el Día del Inodoro alcanza y sobra. Eso nos contempla muy bien. De hecho nos describe a la perfección. Por qué? Porque eso es lo que somos. Somos el receptáculo de la red cloacal a la que va a parar toda la mierda de esta sociedad desagradecida; y por eso mis colegas, hoy no les voy a desear un feliz día mundial del hombre, no, les deseo un muy feliz día mundial del inodoro

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