Las acusaciones de «violencia machista» contra Diego Leuco y los efectos de la sumisión – por Martín Alcala

Diego LeucoDesde hace años muchas personas suponen que mis críticas a la cultura del «género», el neofeminismo y el histerismo social, son zonceras sin importancia.

Nadie puede negar su existencia como tendencia publicitaria de inmenso poder.

Nadie puede negar que fue creada en 1976 por Diana Russell unificando a las diferentes corrientes preexistentes de mujeres que odiaban a los varones mediante la teoría del patriarcado y de los varones confabulados para dañar, violar y matar mujeres, como se detalla en su obra fundacional «Femicide: The politics of woman killing».

La igualdad histérica

No obstante, quitando a las fanáticas trastornadas incapaces de abordar el asunto que sólo responden con insultos y acusaciones ante el planteo de este conflicto, la mayoría lo desvaloriza.

Lo consideran un asunto menor, sin importancia, sin efecto social, casi trivial y se someten risueñamente a la tendencia o la avalan en silencio.
Y no lo es.

No sólo vemos la reiteración creciente de hechos de violencia en acontecimientos organizados excluyentemente como «de mujeres», en los cuales los grupos exaltados insisten en atacar iglesias, producir pequeños incendios y pintar las paredes con consignas que convocan a la muerte del varón.

También se percibe un clarísimo acostumbramiento a zonceras mayúsculas en la misma línea de colocar al varón como un monstruo violento y asesino de mujeres.

La instalación de una asimetría extrema y manifiesta a la cual, curiosamente se la denomina «igualdad».

En este caso tenemos un ejemplo clarísimo

El joven Leuco sintió una ofensa contra su padre. Sin importar si aquel la merecía o no, reaccionó como es esperable de cualquier persona, un varón en particular, en su defensa. Y quiso cagarse a trompadas con quien lanzó los insultos. Se levantó de la mesa y pretendió dirigirse hacia su enemigo.

En ese proceso, su novia que lo acompañaba, intentó detenerlo y calmarlo. Leuco, estando furioso, no lo hizo. Entonces, al agarrarlo ella del brazo, él se zafó de su mano con un movimiento rápido.

Está clarísimo que su intención era trompearse o por lo menos increpar a otro sujeto, no a ella. Y que ella forma parte de su círculo afectivo sin que hubiese indicios de conflicto. Y está igualmente claro que él simplemente rechazó una mano que intentaba detenerlo.

Sin embargo la prensa, en especial la prensa antioficialista o identificada como kirchnerista, propala que Leuco habría «maltratado» a su novia.

Un modo de tirarle con un cargo impactante a sabiendas de las reacciones automáticas de las masas enroladas en la corriente neofeminista.
Si hubiese sido la mano de un amigo la que fuera rechazada, a nadie jamás se le habría ocurrido decir que el «lo maltrató».
Sin embargo, como era una mujer, aprovechamos y le mandamos fruta de género aplicando la curiosa «igualdad».
A un varón no, a una mujer, sí. Pura igualdad.
Un asco, una indignidad.

Yo no siento la menor simpatía por los Leuco, padre e hijo, dos mercenarios infames dispuestos a propalar cualquier mentira por orden de su pagador.
Ahora, eso de salir a tirarle cualquier muerto, y en particular tratar de colgarle el sayo de «machistamisóginopatriarcalviolentodegénero» sólo porque hoy garpa entre las masas imbecilizadas, es vomitivo.

Hoy, por este hecho y sólo por un instante: je suis Leucó.

Artículo execrable: http://diariok.com/noticia/5013/video-desencajado-y-maltratando-a-su-novia-diego-leuco-se-quiso-agarrar-a-trompa

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