Mi reflexión sobre la censura a Varones Unidos – por Germán Giudici Huertas

Comencé mi lucha personal contra el marxismo cultural hace unos dos años, aunque ya desde antes percibía esa peste demagógica que emana de todo lo que refiere a “género”. Al principio luchaba sin saberlo, no tenía del todo claro a lo que me enfrentaba; pero desde que soy seguidor de VU finalmente logré dimensionar el gigante al que me estaba enfrentando, y lo mejor: que no estaba luchando solo.

Eso hizo que me compenetrara mucho con su causa; y que también adoptara una postura más reaccionaria y libertaria hacia el establishment neomarxista.

Pero el ser reaccionario implica ir contra todo un sistema, nadar contra la corriente, salirte del molde de lo políticamente correcto… y tener en cuenta que, una vez que hayas subido al ring, vas a tener que aguantar muchísimos golpes; y que siempre van a buscar golpearte donde más te duele.

Desde las alas más radicales del feminismo con el tiempo ha ido gestándose un ensañamiento contra VU, el cual, como ya sabrán, quedó plasmado con la campaña de denuncia masiva y el posterior cierre de nuestra página oficial de Facebook con casi 80.000 seguidores.

En repetidas ocasiones hemos detectado en las redes algún que otro llamamiento masivo a denunciar y trollear nuestra página, pero las preguntas que caben formular son las siguientes: ¿por qué ese ensañamiento? ¿será que les estamos robando protagonismo? ¿será porque estamos ganando fuerza en las redes y notoriedad en la opinión pública? O hablando mal y pronto:

¿Será porque les estamos avivando giles?

Llegamos a la triste era donde uno ya no es libre de expresar su opinión sin ser sujeto de burlas, de insultos gratuitos, y hasta de persecución. Volvimos a los tiempos de la inquisición, donde si decías algo en contra del dogma hegemónico eras perseguido y hostigado incluso hasta la muerte.

¿Diversidad? Las pelotas!!

El feminismo reclama “espacios seguros” donde las mujeres puedan estar “a salvo” de los malvados hombres, porque claro, los hombres nacemos sintiendo un odio parido hacia ellas. De hecho las odiamos tanto que tenemos que vencer nuestra timidez y nuestro orgullo para cortejarlas aún sabiendo que están en todo su derecho a rechazarnos. Las odiamos tanto que a una de ellas le juramos nuestro amor para toda la vida. Las odiamos tanto que damos nuestras vidas para protegerlas. Qué malvados que somos, ¿vieron?

Pero mientras el feminismo reclama esos espacios seguros, cuando detectan un espacio donde somos los hombres los que tenemos el protagonismo automáticamente sienten la necesidad de ocuparlo, de invadirlo; recurriendo a la defenestración gratuita de nuestra causa tachándonos de misóginos o machistas. ¿Por qué? Simple: por ser hombres. Por defender y reivindicar nuestra masculinidad. Por no poner nuestra existencia a girar en torno a sus vaginas. Por no ceder ante sus preceptos estúpidos sobre cómo debería ser “un verdadero hombre”, a través de los cuales pretenden dictarnos hasta en qué posición tenemos que mear para que las señoritas no se sientan ofendidas.

 Y esta misma gente es la que tiene el descaro de decir que los hombres no sufrimos violencia por ser hombres.

¿No? ¿Y todo esto qué se supone que es entonces? ¿Es otro “caso aislado” que “no tiene nada que ver con las verdaderas reivindicaciones feministas”? ¿Otra vez van a justificar lo injustificable repitiendo como una bandada de papagayos en celo que esto no es un problema de género? ¿Otra vez va a venir el boludo (o boluda) a citarme la definición de feminismo de Wikipedia?

  • Primero, cuando hablamos del feminismo juzgamos a todo el movimiento.
  • Segundo: al feminismo lo juzgamos por sus acciones, y no por una definición de Wikipedia.
  • Y tercero: quienes lo defienden y lo ensalzan de bondad no los veo mover un puto dedo por apartar a los elementos violentos de sus filas, y esa indiferencia, les guste o no, los hace cómplices.

Si existe misandria dentro del feminismo es porque ustedes lo están permitiendo, así que háganse cargo y no se hagan los giles.

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