Feminismo y Relativismo: Intolerancia y Decadencia

Quizás a vos, como a mí, te haya surgido la pregunta de cómo puede ser que el feminismo esté tan removido de la realidad, que no pasa un día sin que caiga en las contradicciones o absurdos, de las que luego nos reímos para darnos un poco de consuelo en las redes sociales.

Hillary Clinton Mujeres Victimas de la Guerra

No se trata de que las feministas sean idiotas

Al contrario, muchas son inteligentes, y el hecho de que la mayor parte de la sociedad siga tomando su doctrina en serio, da prueba de su inteligencia. El problema que tienen, es que están intentando defender una interpretación de la realidad que no se condice con los hechos. Como dice el refrán, intentan tapar el sol con las manos.

Pero esta actitud antisocial es cada vez más común. Las personas parecen ignorar a propósito o por costumbre toda la evidencia que contradice su lectura de los hechos, a la vez que repiten como un disco rayado todo lo que venga a confirmarlo sin cuestionar nunca la validez de lo que dicen o presuponen.

Esto siempre ocurrió. Como veremos luego, siempre hubo personas con esta actitud terca y egocéntrica de no re-evaluar sus creencias, pero quizás nunca esa actitud haya estado tan cerca de ser socialmente aceptada como ahora.

¿Y cuál hay?

¿Cuál es el problema con que aceptemos esta costumbre? Cuando se piensa en las necesidades del ser humano, se traen a la mente el agua, el aire, los alimentos; pero nunca se habla de algo sin lo que sería imposible sobrevivir: La capacidad de percibir, interpretar la realidad y ajustarnos a ella.

Una sociedad compuesta principalmente por personas incapaces de poner en duda sus creencias, avocadas exclusivamente a defenderlas y atacar a las personas de creencias distintas, es una sociedad condenada a la violencia y el conflicto.

Guerras de religión

Ilustración y decadencia

Como sociedad occidental, esto lo aprendimos a comienzos de la época moderna, durante las guerras de religión entre católicos y protestantes que plagaron a Europa.

El movimiento intelectual de la ilustración en el s.XVIII, habiendo aprendido del trauma social sufrido, buscó inmunizar a la sociedad frente a estos conflictos, atacando al dogmatismo, promoviendo la tolerancia religiosa y apelando a la razón y a la búsqueda de la objetividad como herramientas para resolver los conflictos.

Esta revolución del pensamiento fué un rotundo éxito. Terminó de catapultar a la sociedad occidental a una posición de hegemonía global como nunca antes había ocurrido y lejos de derivar en la ruina absoluta de las civilizaciones que quedaron bajo esta hegemonía, buscó integrarlas y acercarlas a su progreso.

¿Con qué nos quedamos?

Lamentablemente, tres siglos después, la tolerancia religiosa se ha transformado en criticar por costumbre al cristianismo, y la razón en una mera herramienta para agredir al que piensa distinto.

El feminismo, un movimiento dogmático cuyos fundamentos no resisten ningún análisis serio, y cuyo apoyo deriva de prometer privilegios al 51% de la población, mientras fomenta el odio contra al otro 49%; redacta leyes, juzga y busca imponer a su gusto qué está permitido y qué no en nuestras vidas privadas.

En las universidades, el relativismo epistémico, la teoría elaborada sobre la falacia de que si en la búsqueda del conocimiento no se puede ser perfectamente objetivo, es correcto ser totalmente subjetivo, que la realidad es lo que sea que creamos, y por ende ésta no es algo a descubrir sino algo a inventar mediante la influencia del poder sobre la sociedad; extirpa de nuestros académicos la curiosidad por descubrir nuevo conocimiento, y los relega al rol de justificadores a sueldo de lo que sea que el poder de turno desee implementar.

678 es el paco

Es evidente que estamos viviendo en una sociedad decadente, pero en el sentido profundo de la decadencia. Nos hemos vuelto contra nosotros mismos: los conflictos internos ( raciales, de género, de clase, etc. ) son cada vez más fuertes y no tenemos en pié instancias adecuadas para resolverlos con inteligencia, más que la imposición gubernamental de una visión sobre otra, que no hace más que avivar el fuego de la discordia.

Curiosamente las temáticas medievales y post-apocalípticas gozan de una gran aceptación en las obras de ficción y los videojuegos, como si nuestro subconsciente colectivo buscara alertarnos sobre el umbral de una nueva edad media que nos preparamos para atravesar.

Ante esto quizás sea hora de comenzar a plantearnos, con tranquilidad y paciencia, la gestación de un renacimiento.

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