Yo no soy #MeToo – por Kaixo

Hace unas décadas atrás, cuando era niña, (y no tan niña) solía tener un pasatiempo que consistía en cerrar mis ojos e imaginarme cómo sería vivir en otro tiempo. Y así, en una suerte de viaje en el tiempo mental ir descubriendo los pros y contras de cada época.
Con el tiempo además de sumergirme en datos históricos fui trasladando ese pasatiempo a obras de arte, fotos, y así jugueteaba en mi mente imaginando a cada persona desempeñando algún rol en la antigüedad. Un pasatiempo un poco tonto, lo sé, pero lo que sí es cierto es que la conclusión inevitable de ese juego era que había nacido en la mejor época que alguien podía escoger y que por ello debía estar agradecida.
Sí, más allá del romanticismo de las faldas largas de la antigüedad, fue el siglo XX el que nos ha entregado una posición de privilegio. La medicina ha avanzado y ya nadie se muere por una arañazo o una gripe (a excepción de países con gobiernos socialistas y populistas). El desarrollo tecnológico nos ha dotado de una vida de comodidades sin igual. El saneamiento y la higiene personal están al alcance de todos (o de una gran mayoría) y en cuanto al rol de ser mujer, nada deja que desear del papel de un ciudadano más. Tras el invento de la píldora anticonceptiva, hoy en todas sus variantes, podemos ser dueñas de nuestra sexualidad sin temor a que cada acto sexual venga acompañado de una inesperada maternidad.
No voy a negar la existencia histórica del patriarcado, ese sistema que durante siglos nos mantuvo bajo el ala cual si fuésemos seres completamente indefensos y necesitados de tutela, incluso para tomar decisiones y administrar nuestros bienes. No, no voy a negar su existencia, pero si hay algo que debemos reconocer es justamente que ese papel ya no corre para una mujer occidental en el siglo XX-XXI.
Hemos sabido demostrar a fuerza de tesón y realidad que perfectamente somos capaces de valernos por nosotras mismas, de pelear por nuestros sueños, de ser partícipes de cambios sociales, de administrar nuestros bienes y los ajenos, de estudiar, de investigar, de votar, de preguntar, de realizar todo trabajo que nos propongamos, incluso aquellos que requieran fuerza física y por tal hayan sido considerados desde siempre masculinos. Hemos sabido demostrar que no somos seres frágiles que requieren tutela, y por ello estoy muy orgullosa de haber nacido como mujer occidental a fines del siglo XX.
Miro atrás y pienso en el largo camino recorrido por el feminismo verdadero, aquel hecho por mujeres tercas que insistían en entrar a universidades aunque no fuesen bien aceptadas, aquel en el que Madam Curie decía “ Nunca he creído que por ser mujer necesite un trato especial, porque de creerlo estaría reconociendo que soy inferior a los hombres y yo no soy inferior a ninguno de ellos” , aquel en el que no reclamaban un espacio seguro o una cuota, simplemente ser reconocidas como iguales y poder demostrar al mundo su capacidad de autosuficiencia. Gracias a ellas es que hoy por hoy puedo afirmar sin lugar a dudas que ser mujer occidental en este siglo es la mejor época en la que podía haber nacido y como tal, no solo lo reconozco sino que me siento en la obligación de defender ese privilegio de gozar de la mayor libertad que ha tenido la mujer en la historia. Libertad de decidir su propio destino y de demostrar su valor e inteligencia.
Hoy nos aturden los gritos de protestas “feministas” que muy lejos de aquel espíritu de búsqueda de la igualdad parecen buscar el sometimiento, no solo del hombre, sino de nosotras mujeres. Hoy incluso es atacado que una mujer decida por su propia voluntad aceptar un puesto de trabajo en donde su requisito es verse bonita, (como es el caso de las azafatas de fórmula 1). Hoy se reclaman espacios seguros cual si fuésemos seres indefensos ante un mundo de lobos hambrientos. Todo esto me obliga a preguntar qué es lo que realmente se pretende? Retroceder 100 años y volver al estado de tutela obligatoria?
Ante esta actualidad solo me queda decir que YO NO SOY ME TOO, y no estaría equivocada al decir que así como yo, cientos, miles de mujeres tampoco lo son.
YO NO SOY ME TOO porque desde el momento en que decidí poner un pie en el mundo como un ser adulto soy consciente de que cada paso que doy tiene sus riesgos a los que debo enfrentarme y consecuencias de las que debo hacerme cargo, y estoy orgullosa de ello.
YO NO SOY ME TOO, porque el acoso existe en todas partes y no solo hacia las mujeres.
NO SOY ME TOO porque esta nueva cacería de brujas de Salem, lejos de apoyar a aquellas mujeres que sí han sufrido abusos las minimiza y oculta. Seamos claros, el abuso, sexual, psicológico no es un asunto de fuerza o penes, sino que es una manifestación de poder, y eso, hoy por hoy, se da hacia ambos lados de la balanza.
YO NO SOY ME TOO porque me niego a perder esa posición de libertad como mujer que me han entregado las luchas de aquellas primeras feministas. NO SOY ME TOO porque creo que para que avance la humanidad debemos reconocer la importancia que tiene el ser humano más allá de su género.
NO SOY ME TOO porque creo en la igualdad, la cooperación y la amistad entre hombres y mujeres y no en el odio y la perpetuación de esta nociva guerra de sexos. NO SOY ME TOO porque creo en el respeto entre seres humanos, y creo que ese respeto se gana demostrando respeto.
NO SOY ME TOO porque quiero mirar hacia el futuro y ver una humanidad en paz y no en guerra. NO SOY ME TOO porque me niego a que la libertad que tengo de tomar mis decisiones y demostrar mi inteligencia esté en una mesa de negociación colectiva.
NO SOY ME TOO porque no soy un ser indefenso. NO SOY ME TOO porque no me cabe andar por el mundo arrastrando un papel de víctima. NO SOY ME TOO porque soy mujer, orgullosa de mi femineidad, de mi vida y de poder defenderlo.

 

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