Desde 1910 al menos, en el feminismo conviven dos visiones diametralmente opuestas sobre la prostitución.
Por un lado la visión dominante es que la venta de sexo equivale a la explotación de la mujer por parte del sistema patriarcal, mientras del otro lado se argumenta que vender sexo es ejercer la libertad sexual y poner el cuerpo femenino, su sexualidad, al servicio de los propios fines de la mujer.
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