Como si faltaran argumentos para defender la postura de que la violencia no tiene género, el feminismo y su cultura de violencia hembrista nos regala este perfecto ejemplo de por qué discriminar los actos de violencia de acuerdo al sexo o «género» de las personas, no solamente es absurdo, sino que contribuye a generar división, resentimiento y violencia.
Las paradojas de un movimiento que se tropieza con sus propias contradicciones
Este caso puntual ocurrió en España, donde habiéndose convocado una protesta contra la violencia de género, un grupo de mujeres se armó de valor y fué a expresar su convicción de que la violencia no tiene género y que combatir solo la violencia contra la mujer no es más que sexismo.
La presencia de una opinión divergente del discurso hegemónico en esta manifestación publica despertó la ira de la turba feminista presente en el lugar, la cual atacó violentamente a estas mujeres que cometieron la grave provocación de atreverse a ser verdaderamente independientes y pensar por sí mismas.
¿La única diversidad que les interesa es la superflua? ¿La de la apariencia y la sexual? ¿Por qué no solo no les interesa defender la diversidad donde realmente importa que es la diversidad de ideas y de formas de pensar, sino que deciden atacar esa diversidad que es la más importante?
De esta forma, y paradójicamente, las feministas que convocaron a una marcha «contra la violencia hacia las mujeres» terminan en el medio de la misma ejerciendo ellas mismas la violencia, contra un grupo de mujeres, para impedir que estas puedan expresar libremente lo que piensan.
Un despilfarro de incoherencias
Pero ojalá la ironía se acabara aquí. Al contrario. Las mujeres contrarias a la sexualización de la violencia, que pertenecen a organizaciones que promueven la custodia compartida y otras que luchan contra los abusos que permite la Ley Integral de Violencia de Género en España, recibieron insultos de todo tipo: desde «zorras» hasta «hijas de puta», curiosa elección de insultos para un movimiento que promueve la aceptación social de la promiscuidad femenina. Parece que lo más importante para algunas no es lograr objetivos ideológicos sino tomar revancha y herir a los integrantes de una sociedad de la que se creen víctimas.
FUENTE: lainformacion.com
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