Feministas en La Diaria dicen que los hombres con poder «operan como bacterias» y «nunca dejan de ser bacterias».

El patriarcado
Micropatriarcado

El pensamiento «de izquierda» por sus características fundamentalmente anti-conservadoras toma legitimidad y es especialmente beneficioso cuando desde la oposición critica el statu-quo, que por definición es perfectible. Cuando se hace con el poder sin embargo, y éste se concentra en sus confines más extremos (como ocurre ahora), esa pulsión anti-conservadora descontrolada acaba por degenerar la positiva voluntad de la izquierda de empujar hacia el mejoramiento de nuestras sociedades, convirtiéndola en una competencia de extremismo a ver quién puede causarle más daño a la sociedad tal cual es, bajo la concepción totalitaria de que todo lo que existe, por inocente y simpático que parezca, si no se somete total y absolutamente al intento de imposición de la utopía de turno, es un obstáculo para la misma y hay que destruirlo.

Un ejemplo de estas olimpíadas del extremismo neomarxista, la tenemos en un reciente artículo publicado en el periódico «La Diaria», firmado por una politóloga y un abogado, ambos estereotípicos exponentes del progrechetismo «feminista y de izquierda».

¿De qué la van?

Feministas de FEMEN realizan el saludo comunista para las cámaras.
Feministas de FEMEN realizan el saludo comunista para las cámaras.

Para empezar veamos la intención del artículo. El objetivo evidente es castigar a todos los políticos de izquierda que no se someten lo suficiente (a juicio de los autores) a las prerrogativas del movimiento feminista, por no ser lo suficientemente ultras y en especial a los desgraciados varones, por no invertir cada segundo de su existencia en alcahuetear a todas y cada una de las mujeres que los rodean por el solo hecho de ser mujeres.

Exageración y desfiguración

Para invocar este castigo, los autores aplican el 4to principio de propaganda nazi: comienzan por catalogar con la etiqueta intimidatoria y rimbombante de «Violencia Machista», acciones tan fenomenalmente inocuas como:

  • Quedarse «sin nada que hacer».
  • Que «te obliguen a aceptar beneficios «.
  • Excusarse diciendo «podría ser tu padre» (No aclara el contexto).
  • Que «te regalen un bombón».

¿Es violencia machista que te encierren en su despacho, sola, durante horas, sin un propósito claro? ¿Es violencia machista que te obliguen a aceptar beneficios laborales que no te corresponden ni pediste y hasta a los que te opusiste? ¿Es violencia machista que se excusen siempre con la frase “podría ser tu padre”? ¿Es violencia machista que al finalizar una reunión, mano a mano, te den un bombón como recompensa por cumplir estrictamente tu trabajo? ¿Es violencia machista recibir mensajes a deshoras por cuestiones ajenas a la función, con un fin intimidatorio? ¿Es violencia machista que te invisibilicen, te silencien, ser un anónimo por meses, sin explicación ni motivo aparente, aunque vos los sospeches? ¿Es violencia, una vez que decidiste cortar el círculo, renunciar e irte en silencio y “por las buenas”, intervenir teléfonos y correos electrónicos, aunque sean institucionales? ¿Es violencia intimar a la inmediata devolución de los beneficios laborales que fuiste obligada a aceptar? ¿Es violencia construir relatos tergiversados, abusando una vez más de la posición de poder, para legitimar prácticas execrables? Sí, lo es. Estas, entre tantas otras, en determinados contextos y sin ironizar, configuran supuestos de violencia machista.

La exageración es tan extrema y ridícula que los propios autores tienen que aclarar que no están siendo irónicos.

Hipocresía subyacente

Guardias Rojas
Las mujeres formaron una parte importante de los Guardias Rojos, encargados por Mao del exterminio de las tradiciones culturales chinas y con ellas el de una decena de miles de personas.

Pero no termina acá: Califican a la relación entre un jerarca varón y una subordinada mujer como una «lógica perversa».

De hecho, todo el articulo se elabora sobre el axioma feminista no-declarado de que cualquier ejercicio de poder de un hombre sobre una mujer, es machismo y esta mal. Pero todo ejercicio de poder de una mujer sobre un hombre, es feminismo y es lo mejor que hay. ¿Parece hipócrita? Lo es.

Difamación subliminal

En este punto el propio discurso del artículo pierde toda estructura lógica y se transforma en una seguidilla de palabras e imágenes elegidas para generar un sentimiento de rechazo y aversión en el lector:

El silencio de la víctima, con el fin de sobrevivir, de mantener un empleo, de no perjudicar su trayectoria profesional o funcional, de no padecer más descrédito frente a sus pares, incrédulos de un sufrimiento real. Muda por miedo. El silencio del victimario como recurso de terror extremo. Silencia a la víctima. Extermina su figura de forma ejemplarizante.

  • Silencio, Víctima (x3)
  • Perjudicar
  • Padecer
  • Sufrimiento real
  • Muda
  • Miedo
  • Terror extremo
  • Extermina

Este uso del lenguaje, es claramente difamatorio y podría argumentarse que hasta subliminal. No se realiza una crítica racional de los hombres a los que se ataca, sino que se los invoca en forma abstracta y se los relaciona con palabras e imágenes negativas, sin siquiera establecer racionalmente el vínculo entre «regalar un bombón» y «exterminar» la figura de la mujer.

Sin importar el nivel de comprensión lectora que tenga, quien lea este artículo podrá interpretar que estos hombres a quienes el artículo pretende castigar son «malos» y hay que distanciarse de ellos, lo que se puede interpretar perfectamente como la aplicación del principio de vulgarización.

El ataque a los hombres – sin nombrarlos, para que no puedan defenderse ni refutar aquello de lo que se les acusa con esta retórica viperina – llega su climax con tres afirmaciones casi inverosímiles pero profundamente reveladoras del carácter enfermizo y fundamentalista del feminismo y en general de la progresía actual:

La llave es desenmascarar a diestra y siniestra, arriba y abajo. No existe argumento válido para encubrir tales prácticas. Los hijos rebeldes del patriarcado -varones y mujeres- debemos combatir lo cotidiano.

«La llave es desenmascarar a diestra y siniestra» – esta frase encierra una amenaza del incentivo a la realización de denuncias -ciertas o falsas- , con el impacto desastrozo que una denuncia amplificada por un linchamiento mediático feminista como el que sufre el alcalde de Alcorcón en España podría acarrear para un político de izquierda.

«Debemos combatir lo cotidiano» – esta frase revela la pretensión totalitaria de someter todo a la «revolución», típica de la extrema izquierda – y que nos ha dejado una cifra de muertos equivalente a 10 holocaustos durante el siglo XX -.

El silencio es cómplice. Debilita al proyecto colectivo que viene a transformar la realidad. Callar significa mantener en sus lugares a hombres misóginos, con prácticas que no son feministas ni de izquierda. Y esto no se cambia con la foto en una marcha o un atento community manager con un mínimo de sentido político. Operan como bacterias: enferman a personas, organizaciones y proyectos, pero jamás dejan de ser bacterias. Representan posiciones de poder, pero son incapaces, por la misma causa, de continuar con nuestra vocación transformadora.

La batalla cultural será nuestra cuando ellos, que promueven normas y anuncian políticas, puedan afirmar también que, en sus casas y otros entornos, no ejercen violencia machista desde los privilegios del varón.

La «Batalla Cultural» neomarxista es el remake occidental de la «Revolución Cultural» china.

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Como los fachos de izquierda humillaban publicamente al que pensaba distinto antes de Twitter. (Revolución Cultural China)

«Operan como bacterias: enferman a personas, organizaciones y proyectos, pero jamás dejan de ser bacterias.» El momento cúlmine de esta diatriba sucede cuando los autores dejan de lado los circunloquios y califican directamente como «bacterias» a aquellos hombres – recordemos – culpables de dar beneficios, decir «podría ser tu padre» y regalar bombones. Y no solamente los califica de este modo denigrante, sino que además les niega la posibilidad de rehabilitarse o hacer las paces con el feminismo con la forma «jamás dejarán de ser bacterias».

Un artículo de estas características solo se puede explicar en el contexto de una campaña de asesinato de la reputación que el movimiento feminista viene llevando adelante contra los hombres y que debe ser considerada seriamente.

Esta es la cultura política tóxica de la «batalla cultural» que más que una batalla es un intento de exterminar la tradición cultural de occidente análogamente a cómo la genocida «revolución cultural» llevada adelante por el dictador comunista Mao Zedong en los años 60 y 70, intentó erradicar la tradición cultural china.

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