Uno de los signos más claros del feminismo neomarxista contemporáneo es el intenso escozor que le produce la libertad de expresión y de pensamiento, al detonar la profunda inseguridad intelectual que subyace a este culto de la mujer idealizada en el que ha derivado el movimiento.
Feminismo, Propaganda y Censura
Basta ver la violencia con la que reacciona el feminismo neomarxista frente a mujeres, – en otro tiempo las consideraríamos feministas -, que reclaman no por una lucha sin cuartel contra los hombres, sino por una igualdad de trato real entre hombres y mujeres. O podemos ver también la censura de la que han sido víctimas en Twitter ( una red social controlada por intereses neomarxistas y capitales árabes ). Es constante el esfuerzo Goebbeliano del feminismo por apoyarse en la omnipresencia de su propaganda, señalar como enemigo único al «Machismo / Heteropatriarcado / Capitalismo-heteropatriarcal» e impedir en la medida de lo posible toda discusión libre e inteligente sobre el tema.
Mansplaining: Tu argumento es inválido y no merece ser escuchado porque sos varón.
Una de las últimas ideas emergidas de la academia feminista norteamericana, ha sido el concepto inventado de «Mansplaining», una nueva construcción social en gestación, que apunta a censurar las opiniones de una persona en base exclusivamente al sexo masculino de quien las expresa.
Curiosamente, y siguiendo el patrón argumental preferido por el neomarxismo ( la proyección psicológica – acusar a la víctima de ser el agresor – ), la definición propuesta por el feminismo para el mansplaining, argumenta que los hombres, al emitir opiniones propias, están censurando a las mujeres:
«Trata del menosprecio del hablante (varón) hacia quien escucha por el único hecho de que es una mujer y por lo tanto supone que tiene una capacidad inferior a la del hombre».
El argumento que ensaya el feminismo para defender la imposición de esta construcción social, es que emitir una opinión siendo hombre implica un desprecio hacia la mujer, porque los hombres deberíamos escuchar a las mujeres y quedarnos callados, asintiendo por siempre esforzándonos por revertir la «deuda histórica», los «miles de años de opresión machista» y la supuesta apología de la violación de Gustavo Cordera.
¿Cómo se lo justifican a sí mismas?
Bots (Siervos)
La exposición constante a la propaganda feminista, tanto desde la universidad como desde la cobertura sesgada de los medios tradicionales de comunicación masiva, genera un condicionamiento emocional muy fuerte, mediante un proceso de traumatización vicaria.
La población es sobre-expuesta a constantes relatos y re-visitas a sangrientos crímenes de varones contra mujeres. También, a un patrón mediático incesante de idealización de (e impunidad para) la mujer que ofrece un duro contraste con un patrón de estigmatización y condena social en contra del varón. Superpuesto a esto, se ofrece el discurso feminista como un marco para justificar esta percepción distorsionada de la realidad que se genera.
El resultado es una psicología de víctimas en mujeres que posiblemente jamás fueron víctimas de violencia alguna a manos de un hombre, pero que al sufrir este grado de exposición propagandística, se encuentran tan o más condicionadas en su respuesta emocional a la mera idea de la violencia de varones contra mujeres, que todo razonamiento relacionado a este tema genera un cortocircuito emocional que impide la consideración racional de los argumentos. La vívida e inmediata respuesta emocional sustituye la necesidad por una justificación de esta actitud agresiva hacia el varón, más allá de la esloganería.
Arrieros (Señores)
Para el arriero, quien está por encima de esta manipulación y reconoce cómo se efectúa, el objetivo de avanzar la causa política del neomarxismo, justifica la utilización de cualquier medio: tanto del condicionamiento propagandístico masivo, como de la corrupción de las instituciones educativas, o la censura contra los varones por motivo de su sexo.
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