Infidelidad, Amor Romántico y Patriarcado – Por Enric Pont

De la destrucción de la pareja y su confrontación. La distracción del ciudadano en la búsqueda perpetua de pareja, ajeno a la deriva política.

El feminismo habla de la infidelidad masculina como parte inherente del comportamiento afectivo del «varón patriarcal».
(De entrada es de agradecer que se vayan haciendo distinciones entre varones según su comportamiento, y no meterlos todos en el mismo saco de sastre. Ya iba siendo hora…)

El feminismo habla de hombres patriarcales infieles, pretendiendo demostrar que el mito del amor romántico es un camelo para las mujeres, y que por eso es necesario despatriarcalizar el amor, eliminar las jerarquías afectivas, la monogamia etc. Según el feminismo ese «modelo de amor patriarcal» solo sirve para perpetuar el «modelo de amor patriarcal», es decir, hacer que la mujer se centre más en la búsqueda de pareja que en otras cosas, que tenga relaciones heterosexuales, se reproduzca la especie humana, para dar continuidad a la tradición, y para que «todo siga como está…»
Es curioso sumergirse en el panfletario feminista y descubrir que pasa por encima, como sobre ascuas, disimuladamente, sobre la infidelidad, sin hablar de las brasas. De la lectura de la literatura feminista se desprende que el varón (patriarcal) es infiel y punto, sin preguntarse que es la infidelidad, y que si el varón es infiel a la mujer es con otra mujer, tenga esta pareja o no, y que a esa mujer le importa poco la infidelidad que está cometiendo su amante, y por descontado su propia infidelidad.

El feminismo critica la prostitución como algo proveniente también de ese difuso «patriarcado», haciendo de la mujer una sirvienta sexual, cuando no esclava sexual… De nuevo, el feminismo obvia que si existe el «puterío» es porque no solo hay «puteros» sino también «putas». ¿Las feministas han preguntado alguna vez porque ciertas mujeres prefieren realizar fabores sexuales a cambio de dinero en vez de ganarse la vida con trabajos en horarios fijos, póbremente valorados y poco renumerados, como hacen otros hombres y mujeres?
¿Porque, una vez más, hay que recordar al feminismo que si hay puterío es porque existen ambas cosas, putas y puteros? Según él, si hay putas es por culpa de que hay puteros. ?El huevo o la gallina primero? ¡Pero claro está! Para el feminismo, una vez más, en esto la culpa la tiene siempre el macho. ¡Ridículo!. Eso o es ceguera o es alevosía.
La visión feminista del mundo está sesgada, lo mismo y por igual que la visión machista.
Porque… sí, el feminismo de antaño se ha convertido de ayer en antónimo a hoy en sinónimo invertido del machismo.
La ceguera es evidente en cuanto alzas un poco la vista del panfletario feminista y ves la vida real con ojos límpios de ideología: ves donjuanes y puteros mezclados con doñamarías y frescas. Pero no, el feminismo pone la tilde en lo oscuro de lo varonil y el tipex en lo camuflado tras lo femenino. El infiel es el varón, y la mujer solo la víctima de la infidelidad.
Cabe preguntarse, ¿de verdad es ceguera, o es simple y llanamente envidia?

Es cierto, que la «virtud» es femenina en género y el «vicio» masculino. Pero jamás veremos ni oiremos reivindicación feminista alguna que pida llamarlos «la vicia o el virtud», aunque por el contrario, sí que encontraremos, y a montones, insultos finamente elaborados hacia reflexiones como esta.
El feminismo es un fraude, y la ideología de género que lo acompaña una burda ilusión.
Hombres y mujeres ya son iguales, con sus respectivas diferencias genuinas. De lo que trata el feminismo es de masculinizar a la mujer y de feminizar al varón. Eso no es igualdad, eso es uniformalizar y desexualizar; algo muy distinto de la equidad entre sexos. La reivindicación feminista es como la de aquel que pide paz a golpe de pistola: una perfecta contradicción.

Cuando cualquier persona lavanta la vista de los panfletos feministas (en este caso aquellos que hablan de infidelidad) y de su borroso concepto de machismo institucionalizado, sigue viendo infidelidad en ambos géneros, pues la infidelidad poco tiene que ver con esa cosa llamada «patriarcado», a no ser que se sea feminista a ciegas o nos creamos cualquier constructo que su literatura sectaria y partidista tenga a bien producir… ¿Como se puede hablar de hombres patriarcales infieles dejando de lado las verdaderas razones de la infidelidad?
El compromiso, el respeto, la fidelidad, etc, no son precisamente virtudes, ni femeninas ni feministas, y por descontado tampoco exclusivas excluidas del capitalismo (que es el nombre real de eso que llaman patriarcado, a pesar de que tal vez a alguien imbuido de tanto panfleto feminista le cueste ver la verdadera raiz del problema).

Cuando se discute con una persona adepta al feminismo, ésta suele hacer referencia a su panfletario como fuente de información, sacando a relucir a cada instante el consabido «patriarcado», instando a cultivarse leyendo su propio panfletario. No muy distinto de cuando discutes con un creyente. De lo contrario hacen un juicio de valor sobre otras argumetaciones tildándolas de retrógradas, machistas y varios otros vocablos más, elavorados explícitamente para denominar a aquellos que no profesan la misma ideología, sin jamás cuestionarse si esos juicios de valor son debidos a causa de la ceguera militante que produce la adhesión incuestionable a una ideología. En absoluto se dan cuenta que cargar contra algo difuso y borroso como el patriarcado es como dar golpes de sable a una cortina de humo. Como cuando un creyente habla del demonio.
Lo que sí es fácil constatar que en la argumentación feminista hay resentimiento y agresividad entre líneas, y que debido a la necesidad de autoconvencimiento se aferran a un puñado de argumentos elaborados, aprendidos y divulgados en masa, con la intención de maquillar las contradicciones y evitar la reflexión. Nada distinto a lo que hace la religión.

El feminismo expone su propia idea de sociedad, llamándola «reconstrucción del género» para supuestamente evitar que en las relaciones entre hombre y mujer continuen como hasta ahora y «todo no siga como está». Para ello sugieren el poliamor, la homosexualidad, liberar a la mujer de la maternidad, las relaciones sexuales sin creación de vínculo, apuntando hacia el tipo de pareja que se estila en EEUU donde tras la creación de la pareja siguen con sus individualidades sin mezclar sentimientos, o bajo un contrato de matrimonio donde por ley se penaliza la infidelidad.

Uno de los pilares básicos en los objetivos del feminismo es acabar con el amor romántico, definiéndolo como pernicioso y opresivo para la mujer.
El amor romántico, que no el de las películas, sino el de compromiso, la ilusión y el enamoramiento, sirve precisamente para establecer relaciones de vínculo fuertes. Es necesario, y prácticamente imprescindible para crear un núcleo familiar fértil y sólido.
No hay más que ver el ejemplo francés, donde tras generaciones de feminismo y destrucción del amor romántico, la familia ya no es, y las nuevas generaciones ignoran por completo que es y que representa ser padre, sobre todo el varón. Ello es debido a que la pareja en ese país hace tiempo quemó en la hoguera al amor romántico: carecen casi por completo de vinculación afectiva entre los miembros de la familia.

Un modelo de pareja donde se evite y rehulla el enamoramiento, con parejas fugaces o limitadas en tiempo e implicación, no solo provoca la desaparición de la unidad de base de una sociedad, sino que expone al individo a la idefensión frente a las injerencias ideológicas de turno que el estado decida implantar. ¿Nos suena eso? ¿Nos recuerda eso a la ideología de género, a quien la promueve y sus objetivos?

Es cierto que el amor romántico peliculero atenta contra la integridad emocional, pero no hacer distinción entre ese amor romántico prefabricado y el enamoramiento, es perder pie en como funciona el celo, el apareamiento y la familia en el ser humano. A esa pretensión de modernidad, cargando contra los fundamentos emocionales del individuo, desarticulando los lazos familiares, se consigue muchas cosas, entre ellas obligar al individuo a utilizar gran parte de su tiempo de vida distraido con el sexo y la seducción, y por otro lado la vulnerabilidad de la pareja y por ende de la sociedad.

Con la destrucción de la pareja y el amor romántico se pretende ciudadanos ocupados y distraidos en una perpetua búsqueda de pareja, ajenos a la deriva política, y enfrentados entre ellos.

Se persigue la infertilidad, la apertura del mercado de la genética, y anulación de la cultura y la tradición, y toda la sabiduría que estas transmiten desde hace siglos sin haber podido ser erradicadas por la educación. ¿Nos suena esa frase típicamente feminista de «desmontar el patriarcado»? Pues podría traducirse en lo que Hillary Clinton dijo: «hay que acabar con la tradición de las distintas culturas del planeta».
Tras esa aparencia inocente de «deconstruir el género» va todo ello: llevar la globalización hasta la propia cuna.

Es comprensible que ciertos sectores de la sociedad pretendan expandir sus intereses pasando por encima de cualquier vestigio de resistencia, pero el «recochineo» viene cuando femimistas de a pié y personas creadoras de opinión y sus lectores, defienden la misma agenda de la globalización que un puñado de tecnócratas de la élite, siguiéndoles el juego, aunque creyendo que esa «reconstrucción del género» es «evolución», «modernidad», «justicia», «igualdad»… y que es un movimiento social espontáneo y no ingeniería social. Es tan rídículo que daría para reirse, si no fuera por la importancia que trasciende a esa «moda» de «acabar con el patriarcado opresor»: el desarme y desarticulación de la identidad del individio y la familia.

Efectivamente el feminismo pretende acabar con el núcleo familiar fértil y sólido bajo pretexto de que ese es el modelo de familia tradicional que impulsa el patriarcado, como si hubiera otro modelo de familia que la familia.
Es por eso que el feminismo resulta una herramienta muy adecuada para que precisamente destruir eso que, insistentemente, llaman patriarcado, y se use para establecer un modelo de sociedad a conveniencia de los poderes económicos.
Es por ello que el feminismo resulta perjudicial para los intereses de la sociedad de a pie.
Cabría decir a una mujer feminista que si no desea tener hijos pues que no los tenga, que si no desea fundar una família, que no lo haga. Pero socialmente permitirle «hacer las cruzadas» para que nadie los tenga bajo la institución de la familia, es contribuir gratuitamente a los planes de implementación de un modelo de sociedad que sigue una detallada agenda de ingeniería social.

En cuanto a que la familia sólida y fertil es la que le gusta al hombre fantasma ese del cacareado patriarcado, argumento archirepetido por las feministas, están 180 grados confundidas e influenciada por el panfletario feminista.
La sociedad se organiza en familias como núcleo de base. No hay otro modelo de sociedad, exceptuando, claro está, llamar familia a algo que no lo es. Madres solteras, parejas homosexuales con el robo de paternidad o adopción, madres de alquiler, futuros niños por encargo, etc, no es precisamente algo que pueda llamarse familia. La familia tiene una distribución de roles y de vínculos que dan sentido y lugar al desarrollo afectivo natural. Pretender desbaratar esa estructura solo lleva a la pérdida de la riqueza afectiva y los problemas típicos de una infancia sin vínculos.

Un adulto con una infancia sin vínculos es un ciudadano desorientado afectivamente.

Evidentemente que la estructura familiar de las sociedades modernas causan problemas y resultan complicadas, pero ello es debido, no a ese humo llamado patriarcado (que insto a cualquier feminista que lo dibuje con su estructura opresiva y con detalle suficiente para que no quede en meras elucubraciones filosóficas), sino al aumento de la complejidad de la sociedad, debido precisamente a esos intereses económicos a los que cansinamente llaman patriarcado.
O sea, las feministas pretenden desmontar el patriarcado, que ni saben la forma que tiene, para implementar un nuevo modelo de sociedad creado, precisamente, por eso que ellas llaman patriarcado.

Feminismo e ideología de género son herramientas del patriarcado (capitalismo si hablamos con propiedad de lo que es realmente el patriarcado).

Que la persona feminista y muchas otras contagiadas por el ruido de fondo del feminismo solo tengan conocimiento de como funciona la sociedad mediante la información procedente del panfletario feminista, tendría que haceles sospechar de su partidismo y veracidad. Pero no, los resentimientos personales y las emociones de frustración aderezadas con una ideología que regala a los varones como chivo expiatorio, hace que la estupidez se instale a sus anchas y se vean visiones como esa del patriarcado.
Es sabido que es inútil pretender que una mujer feminista convencida pueda y quiera abrir sus perspectivas de comprensión de la realidad fuera de su doctrina idelógica. Es por ello que el feminismo ha dejado hace tiempo de ser un movimiento social liberador y se ha convertido en una especie de religión, con la aceptación como dogma de la existencia de un supuesto patriarcado a modo de Dios omnipresente de carne y hueso y de talante necio y opresor: el hombre varón y varonil.

¡Sálvese quien pueda!.

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