Sobre el Garantismo y la Delincuencia – por Martin Alcala

Un neologismo vulgar sin mucho sentido. Generalmente se usa como falso sinónimo de levedad de penas y de liberación injusta o indebida de criminales.

La Constitución Nacional (Argentina) establece una serie de normas llamadas «garantías» para el ciudadano. Consisten en restricciones impuestas al Estado para las medidas que puede tomar respecto de la libertad y la propiedad de los individuos.

Se las llama así porque ofrecen al individuo la garantía de que un gobierno malintencionado no podrá usar el enorme poder coercitivo del Estado para abusar sobre su persona y restringir o privarlo de sus derechos.

Garantías constitucionales

Entre las garantías constitucionales están fundamentalmente las que establecen los requisitos para encarcelar a una persona o allanar su propiedad. De allí que el desconocedor del derecho llame «garantista» a un Juez que le aparece como excesivamente indulgente con un delincuente para el cual él desea un castigo duro. O peor aún, los llaman «abolicionista», sin saber en absoluto que significa el ideario de Nils Christie.

El problema es más profundo que la simple consideración liviana vulgar, aunque no demasiado complejo como para que cualquiera pueda entenderlo. No se requiere Análisis Matemático IV aprobado.

Las causas de la delincuencia

La delincuencia «emergente» o masiva, aquella que se diferencia de la ejercida por el criminal innato de estructura psicopática o psicótica, es el producto de una combinatoria.

En principio la injusticia social, es decir, la asimétrica e inadecuada distribución de la renta de una nación o un pueblo, que produce la existencia de ciudadanos absolutamente desprotegidos y librados a su suerte, mientras que otros reciben, por mérito o por azar, riquezas que exceden por mucho sus necesidades. Ya esa situación genera una tensión que favorece las opciones delictivas.

En segundo término, el caos demográfico que origina más nacimientos de los que el sistema puede incorporar a la cobertura social o puede balancear con los recursos disponibles.

De ese modo, gran cantidad de niños se crían y crecen en la falencia, la falta de estímulos, de cultura, de valores, de instrucción suficiente para su desarrollo ciudadano y económico, y son expuestos a ejemplos y valores viciosos como principal o única opción.

Finalmente, un sistema de consumo basado en la generación de ansiedades ficticias, tentaciones malsanas sobre bienes superfluos y aún perjudiciales, que acentúan aún más el deseo que los carecientes.

La conjunción de esos hechos inevitablemente toma personas nacidas normales y los modela en depredadores de sus semejantes. Criminales fabricados por el sistema.

Modelos alternativos y soluciones

Todo ciudadano preocupado por la criminalidad debe pasar inevitablemente por la precedente consideración de elementos. No hacerlo implica no llegar jamás a comprender el problema. No entender porqué en la Argentina y en otros países pobres e injustos hay delincuencia creciente, y porqué en países nominalmente tan pobres como el nuestro, sin embargo ordenados y justos, con un buen balance entre recursos y población, con valores morales efectivos y una asimetría social que no supera cierto valor, con una distribución razonable de la renta, y fundamentalmente sin conglomerados poblacionales excesivos, casi no la hay. Ejemplos: Islandia, Noruega, Finlandia, Canadá o Israel.

Y también debe hacerlo para bregar por una solución al problema, la cual requiere inevitablemente de la corrección y estabilización de las variables mencionadas. Nada que no incluya eso terminará con la delincuencia.

Ahora, ¿comprender eso o inclusive corregirlo es suficiente? No. En todo caso hacer un sistema justo, equilibrado y sustentable, evitará que surjan más delincuentes. Hasta podría corregir o revertir a algunos ya operativos, los más leves. Sin embargo, no cambiará a los ya estructurados e irreversibles. Y además no protege en el hoy a los ciudadanos inocentes y honestos.

Además de entender la génesis de la delincuencia, hay que reprimirla. El delincuente debe ir preso o morir en su combate, si eso eligiera.  A los que van presos se les debe dar posibilidad de remisión cuando fuese posible, o excluirlos definitivamente de la sociedad cuando no lo fuera. No por un criterio retributivo, no por venganza. La venganza es un impulso individual. Por un criterio profiláctico y preventivo.

Lo peor que puede suceder es confundir ambos conceptos y creer que es uno o el otro. Son ambos y son dos planos de análisis distintos.

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