La psicología femenina arquetípica y las actitudes del feminismo

La coherencia y la solidez estructural en el pensamiento, nunca se consideraron atributos típicamente femeninos. La marcada ausencia de filósofas – que continúa prácticamente inalterada hasta ahora -, o el espectáculo de contradicciones que es la teoría feminista parecen dar la razón, junto con la ciencia experimental, a lo que se asumía como cierto desde tiempos ancestrales por sobre las endebles y políticamente motivadas construcciones teóricas del establishment neomarxista en las ciencias sociales.

La disparidad sexual en el test de personalidad MBTI que divide a la personalidad humana en 16 diferentes tipos de personalidad ejemplifica nuevamente la vigencia experimental de lo que el feminismo descarta como un «estereotipo machista».

En TODAS las 8 personalidades que privilegian la emocionalidad sobre el pensamiento, el porcentaje de mujeres es mayor que el de varones, y en todas las que privilegian el pensamiento por sobre la emocionalidad, priman los varones sobre las mujeres.

Las actitudes de la militancia feminista lejos de desafiar la tendencia arquetípica de la mujer a la emocionalidad, la reafirman.

El feminismo dirá sin base alguna que esto es mero prejuicio, que los hombres y mujeres son mentalmente indistinguibles y toda diferencia aparece a medida que los niños y niñas son socializados, pero esto sabemos que es falso.

Tanto la ciencia como los resultados de la aplicación de políticas feministas en países nórdicos, lo desprueban, pero aún así, se sigue repitiendo como si fuera cierto y pretendiendo inculcárselo como una verdad revelada a los niños.

¿Es que el feminismo no sabe que las teorías en las que basa su forma de pensar están equivocadas? No les importa.

En una encarnación extrema de la arquetípica propensión a la emocionalidad de la mujer, para las feministas, la incoherencia de su propio razonamiento carece de relevancia, porque sus mentes están en cortocircuito, la inversión emocional en sus creencias rebasa el nivel que permite un análisis racional, contextualizado, de las mismas. Son, efectivamente fanáticas.

Por esta razón, y a pesar de que cualquier ser pensante puede entender que romper vidrieras, grafitear consignas misándricas, golpear cristianos y defecar en templos, no va a lograr otra cosa que dañar aún más la imagen del feminismo, no pueden evitar hacerlo. Su emocionalidad lo demanda, es un acto compulsivo.

La condición subordinada

Lo primero que como varones debemos hacer para entender en profundidad la psicología femenina, que en el feminismo suele expresarse de forma extrema, es comprender que la mujer tiende más que nosotros, en una relación ambigua con otro agente, a conceptualizarse a sí misma como objeto pasivo de la voluntad de un sujeto activo externo.

No hace falta pensar mucho para que aparezcan los lugares comunes que ejemplifican esto:

  • «No es que yo lo engañé. Es que él me descuidó.»
  • «Si una mujer mata a su esposo, es porque él algo le habrá hecho.»
  • «No es que esté intentando salir con chicos una o dos categorías por encima de la mía. Es que los hombres tienen un ideal de belleza inalcanzable».

La tendencia a asumir el rol de víctima, la dificultad para asumir su propia responsabilidad y hacerse cargo de las consecuencias de sus propias decisiones y actos, todas se pueden comprender mejor teniendo en cuenta esta tendencia.

Lo más interesante sin embargo, viene al analizar desde esta perspectiva las actitudes del feminismo, que lo develan nuevamente como una exageración de las mismas arquetípicas tendencias femeninas cuya existencia se emperran en negar.

Tomemos por ejemplo, la ley de cuotas. Actualmente no hay impedimento alguno para que una mujer participe en política y de hecho los partidos políticos preferirían contar con más candidatas y militantes mujeres, porque se supone presenta una imagen moderna del partido y que atraen más votos. Aún así, en los números son menos, y como analizamos previamente, esto se debe principalmente a un menor interés de las mujeres por participar de la política.

Siendo esto así, el feminismo no reconoce la libertad que la mujer tiene, y la ve subordinada aún cuando en los hechos no lo está. Y el absurdo queda patente al culpar de no querer que las mujeres participen en política a los mismos políticos varones, que votan casi por unanimidad a favor de las leyes de cuotas. Otra vez, concebir a la mujer, no como dueña de su propio destino sino como una subordinada a un ente abstracto masculino que acciona sobre ella.

Reconocer estas diferencias, es importante, no nos debe llevar al prejuicio y la discriminación, a asumir que por ser mujer, una persona debe representar a todas las tendencias típicas de su sexo. Todas las mujeres son distintas, y lejos de dejar de ser mujeres por transcender a estas tendencias, que la condición sexual impone, es parte del proceso de maduración de cada una de ellas, como lo es para nosotros el trascender las tendencias típicas de nuestro propio sexo.

 

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