Hombres desechables – por Julio D. Garrond

A veces nos preguntamos respecto a la relación entre los sexos con expresión incrédula ¿Qué ha pasado en los seres humanos en último par de cientos de miles de años? Pues buceando entre incontables metros cúbicos de información, entre los que se cuentan distractores, señuelos, teorías jamás ratificadas por los hechos y panfletos, se puede decir con escaso margen de error, que poco o mucho ha cambiado.

Ya sea por la preservación de la especie, por caballerosidad, heroísmo o por mandato biológico siempre han sido los hombres los últimos en saltar a los botes, los que esperaron, semidesnudos al oso fuera de la cabaña y hasta los últimos en comer. Además, ha sido siempre lo más «lógico» atender a las demandas de ellas, antes que las de ellos mismos. Todo en ellas resultaba creíble.

Quién no hubiera querido tener el privilegio de no estar en las trincheras viendo a tus compañeros descuatizados, muertos de frio y terror. ¡Salvemos nuestras familias! ¡Por la patria!. Diez millones (10.000.000) de vidas se perdieron en la Segunda Guerra Mundial, adivinen de qué sexo, exacto.

En contrapartida Hillary Clinton dice

«Nosotras siempre fuimos las mas perjudicadas en la Guerra, porque perdimos a nuestros hijos, padres y esposos!» (!?)

Si miramos desde la perspectiva masculina, o mejor dicho, desde la única perspectiva posible, ellas, si, ellas siempre, siempre ellas, han llevado la mejor parte. Y ahora, en pleno siglo diecin…veintiuno, se aprestan a entronarse, aunque nunca habían cedido tal cosa, solo que ahora ya no queda nada, nada, ni siquiera un poco crédito para el macho por atarse al mastil después de arrojar su familia a los botes.

Hoy son los vagos, haraganes, inútiles, violentos, corruptos e infieles de siempre, y ya más no pueden decir. Solo queda exterminarlos.

Cifras

Mas del 70 % de los ingresos en puestos públicos, y también en el sector privado, bachilleres y egresadas de carreras universitarias y tecnicas en Uruguay hoy son mujeres. Las “políticas de genero” han logrado que todos los ámbitos de la sociedad se hayan feminizado, ahora cuenta más el protocolo que el ingenio, el modo y las maneras, que las ideas.

Los cambios en el ambiente de trabajo que demandan las mujeres, ya no hacen atractiva la escalada al éxito, (masculinamente entendida). Es cada vez peor, con las duras restricciones que se han impuesto a las conductas típicamente masculinas que hacen que siempre estés en la cuerda floja por haber ofendido a una compañera quejona o que se sintió trasgredida. Con la ayuda de la propaganda oficial y de ONGs costeadas desde algunos sectores de interés, se promueve la imagen del hombre como un sujeto violento e irracional. Esta es una de las razones por las que nos vamos extinguiendo, en todos los ambientes.

En cuanto a los regimenes de tenencia y derecho de familia, no son pocos los hombres, sino la mayoría, que son víctimas de los dictados draconianos de la justicia. Muchos perdieron ya su casa o residencia, la posibilidad de vivir con sus hijos, se les ha impuesto también manutención confiscatoria, procesos sobre sus bienes inmuebles, automotores y todo tipo restricciones de circulación.

Así, aumentan los índices de suicidio hasta llegar a un 80% por sobre el de las mujeres después del divorcio. Así, otros pierden los estribos y van a engrosar las estadísticas del sistema carcelario, uno de los más superpoblados en latinoamérica y abrumadoramente de mayoría masculina. Así, la falsa denuncia contra varones por violencia domestica, llega al 80% en Brasil, y en nuestro paisito (tos,…disculpe) no están disponibles los datos.

Vale decir que voy parafraseado a la activista Karen Staughan en varios pasajes de este articulo.

Odio, si, odio.

Muchos no nos habíamos dado cuenta, al menos conscientemente, pero lo sabíamos. El Odio hacia los hombres no es nuevo, digamos que ha sutilmente teñido, empapado, impregnado cada ámbito de nuestra sociedad y la cultura por centurias.

Ciertamente, el desarrollo del pensamiento, el arte y la política, y el avance de la ciencia han estado signados por los hombres.

Amar a Sócrates, Séneca, Sagan, Mendel, Tchaicovsky, Jesús de Nazareth, Anderson, Ramon y Cajal, Pasteur, Marley y Banksy entre otros miles de hombres sensibles y valiosos, no es mas que amarnos a nosotros mismos como especie.

Ellos lo superaron todo, también el hecho cultural impuesto de que sus sentimientos, pensamientos y valores, solo por ser machos. no importaban.

El varón desecho

Estudios determinan que los llantos de los bebés varones son atendidos por sus padres un 40% menos que el de las niñas. Muchos nos hemos acostumbrado a lidiar con todo, sin pedir nada, y aún en contra de todos, porque simplemente por ser varón no vales, eres desechable.

Simplemente ni te molestes en denunciar, protestar y pedir para ti porque tu solo puedes, debes poder, sino muere.

A las estadísticas hay que sumar el 95% de prevalencia masculina en accidentes laborales. El mismo escandaloso porcentaje en los desheredados sin hogar, mendigos y sin techo. Simplemente sus demandas no serán jamás escuchadas, y sus sentimientos no importan, no cuentan.

El matrimonio ”no garpa”

Sobre el por qué los hombres ya no se casan hay varios argumentos en este sentido. Las interacciones entre las mujeres tratan fundamentalmente sobre comodidad y niveles de aceptacion, por otra parte las de los hombres básicamente tratan sobre niveles de hombría y un conjunto de ideales o principios, sobre todo.  Como en el caso de los botes salvavidas, el tener roles reconocidos y bien valorados en la sociedad, como el de la caballerosidad o el altruismo ayuda a reforzar su identidad. Mientras el hombre tiene que demostrar su utilidad para ser valorado ellas no, por eso antes que hombre, el varón es obrero, profesional, artista, plomero o empleado, padre, esposo, político, activista y todo eso.

Para ser material aceptable en el matrimonio y para ser aceptado en la sociedad el varón tiene que hacer algo más que generar esperma. Tiene que diferenciarse de lo femenino, hacer que la mujer no tenga que hacer esas tareas horrorosas que históricamente hemos realizado. La identidad positiva de un hombre antes derivaba también del matrimonio, lo que le permitía también ser aceptado, pero cada día más esa identidad se va volviendo superflua, o como dice Harret Harman « innecesaria para la cohesión social» y no es una condición necesaria para que el hombre difiera su desechabilidad.

Muchos de esos roles permitían diferenciarse de otros hombres y desempeñar positivamente la masculinidad a través de esos roles. Pero ahora, y a medida que esos roles van degradando su valor en lo social, y a medida que se les quitan sus hijos, sus empleos y el rol de esposos se ve ridiculizado, el viejo modelo de la masculinidad entra en crisis.

Su valía como hombre-esposo queda cuestionada, especialmente cuando se le pueden quitar unilateralmente ante cualquier capricho de la mujer, incluso si hace todo bien. Es más, se convierte en una forma más para que los definan como idiotas y eso nadie lo quiere.

Los medios de comunicación no ayudan, en la publicidad, los padres quedan como bufones en comparación con las hábiles, asustas e inteligentes mujeres. Su rol queda relegado a la de Proveedor Beta, y ese nuevo paradigma, no es ni atractivo ya,

Personalmente, incluso tener citas y atraer románticamente a una montaña de frivolidad y petulancia con al menos tres hombres mordiéndole los tobillos gordos debajo de la mesa, económicamente empoderada, asistida por el gobierno y esclava de tormentosos instintos hipergámicos, me genera muchos cuestionamientos.

Las mujeres parecen cada día mas incompatibles con el compromiso, pues compromiso para ellas parece significar «solo mientras este 100% conforme con lo que tengo».

Mientras ellas apuntan sus expectativas cada vez mas arriba, y su atractivo disminuye, su triste cara parece decir, «bueno me tendré que conformar con este fracasado por un tiempo».

Entonces ¿cual es la alternativa? mantener el autorespeto, supongo, porque fue, es y sera inalienable e imprescindible.

Compartir en:

Deja un comentario