El caso de un hombre de 27 años que se quitó la vida tras años de maltrato por parte de su pareja ha reabierto en Norfolk (Reino Unido) preguntas incómodas sobre cómo la sociedad y las instituciones interpretan la violencia en las relaciones íntimas cuando la víctima es varón.
El caso que reabre el debate
La revisión de la Norfolk Community Safety Partnership, que analiza el fallecimiento del joven identificado en el informe como «Val», documenta un patrón de agresiones, control y coerción por parte de su pareja. El informe señala episodios de golpes con objetos, encierros y presiones para beber en exceso. También indica que, en varias intervenciones policiales, fue él quien acabó separado del hogar, una dinámica que se repite globalmente como un sesgo de género en la respuesta institucional.
Cronología y tipos de violencia documentados
Los hechos abarcan varios años e incluyen violencia física (golpes), violencia psicológica (humillaciones, control) y coerción (aislamiento, manipulación). Se conservan imágenes de lesiones y grabaciones de llamadas de emergencia que registran destrozos en el domicilio. El informe sugiere que el historial de abuso influyó en el deterioro de su salud mental y en intentos previos de suicidio.
Barreras para que hombres busquen y reciban ayuda
Investigaciones recientes señalan obstáculos específicos para hombres que buscan denunciar, porque los servicios de ayuda a víctimas continúan orientados solamente a mujeres, dejando vacíos para hombres maltratados.
Estudios como los de Benjamin Hine demuestran que los prejuicios sociales influyen en la percepción: menos probable etiquetar a un hombre como víctima o alentarlo a denunciar. Actitudes como la estoicidad masculina y el miedo a ser desacreditado como “el agresor” pueden disuadir a buscar ayuda y dificultar una intervención adecuada.
Efectos psicológicos y salud pública
La salud mental de víctimas masculinas presenta ansiedad, depresión, estrés postraumático y un mayor riesgo de conductas suicidas, especialmente cuando hay consumo de sustancias.
El informe de Norfolk cita a organizaciones como ManKind Initiative, que documentan las barreras que enfrentan los varones.
La cobertura y las políticas deben evitar dos trampas: invisibilizar a hombres víctimas o relativizar la violencia ejercida por las mujeres. Es necesario un enfoque preciso, con contexto y distinción entre patrones de poder y episodios de agresión.
Recomendaciones prácticas para varones víctimas o en riesgo:
- Priorizar la seguridad: en peligro inmediato, llamar a emergencias.
- Documentar las agresiones: fotos, mensajes, registros de llamadas y pruebas para intervención legal o sanitaria.
- Buscar apoyo especializado: organizaciones como Varones Unidos en Uruguay y Argentina, o ANAVID en España, u otros recursos locales de violencia doméstica te pueden orientar.
Finalmente, los medios y las instituciones deben promover formación para adaptar los protocolos de actuación creados desde una perspectiva feminista misándrica a la realidad de que las mujeres pueden ser tan violentas como los hombres y que esta violencia ejercida por la mujer suele ejercerse de una forma más indirecta y difícil de identificar.