Hermosas a los 16, a los 26, 36, 56, 76, 90. Un lugar común de la comunicación actual en el mundo hispano (y anglosajón) es que las mujeres pueden ser igualmente hermosas a cualquier edad. Algunos dirán que está mal, yo creo que en parte es cierto, pero ésta y otras medias verdades que se repiten de forma agobiante en las plataformas mediáticas entrañan el peligro de distorsionar la capacidad femenina de comprender su propia realidad y lo que configura en las diferentes etapas de la vida su atractivo como pareja.
¿Por qué creo que es cierto, que hay mujeres hermosas a toda edad? Creo que es así, no por mera sumisión al imperio de la mentira como es corriente ver en las redes sociales, sino porque en cualquier rango de edad hay mujeres mucho mas bellas que otras de su mismo rango de edad y esto las convierte a los ojos de sus parejas, actuales o potenciales en particularmente hermosas.
Ahora ¿Dónde está el error? El error está en lo que se sugiere de forma subrepticia detrás de esa afirmación: que una anciana de 80 años está en igualdad de condiciones desde el punto de vista de ser atractiva sexualmente que una chica de 18.
Pero es una mentira obvia ¿O no? Depende, muchas mujeres hoy en día no disfrutan de gran claridad mental. La vida de todos nosotros, hombres incluidos, se ha vuelto en gran medida una vorágine de requisitos sociales, económicos, y hasta afectivos con los que debemos cumplir, la que nos deja con poco tiempo para meditar sobre nuestra vida, sobre la realidad que nos rodea y comprender los cambios en nuestra vida que trae el paso del tiempo.
El gran error
Pero la principal equivocación a la que se induce a las mujeres no es relativa al declive de su atractivo físico, sino a la primacía absoluta del mismo.
Hoy, la discusión sobre las cualidades personales de las mujeres y lo que aportan como seres humanos y no como objetos sexuales a la pareja está tan ausente de los medios de comunicación que configura un claro ocultamiento de todo lo que las mujeres pueden ofrecerle a los hombres más allá del atractivo físico.
La capacidad de compañerismo, empatía, la elegancia, las habilidades sociales, el buen trato, la dulzura en las formas, la delicadeza de los gestos, las cualidades maternas, la capacidad de sacrificio, la inteligencia, el buen gusto.
La actual ausencia absoluta (desde hace pocas décadas) de la discusión de estos puntos, fundamentales todos ellos en la experiencia masculina de sentirse atraídos románticamente por una mujer, es más que llamativa.
Si bien el atractivo sexual es un factor innegable en la seducción y el romance, ciertamente no lo es todo, como mediáticamente se pretende.
La relativa importancia del atractivo sexual en las relaciones de pareja es algo que naturalmente va dejando lugar a estas otras cualidades, que gradualmente eclipsan, pasando a un segundo plano lo meramente libidinoso.
Lo que ésto implica para (y lo que se le oculta con crueldad a) las mujeres, es que no están condenadas al descarte por el avance de la edad, sino que el hombre está naturalmente predispuesto a quererlas sobre bases distintas que las hacen preferibles a mujeres más jóvenes y superficialmente atractivas.
La extracción artificiosa de la sexualidad del resto de la experiencia social humana que se inocula a los niños a través de la «educación sexual«, también está surtiendo efecto en este sentido. Abstrayendo en la mente de muchos jóvenes su sexualidad del resto de su personalidad, y promoviendo la actitud de verla no como parte esencial de la unión espiritual a una persona elegida entre todas para acompañarlo íntimamente en su vida, sino como una actividad meramente recreativa y desprovista de todo significado.
Las flores del muro
Esta situación ha generado una ola de mujeres solteras entre los 25 y los 45 años que notan (pero temen contemplar con candidez la razón de) una recaída en el interés masculino por ellas. Mujeres en esta situación, encuentran en este tipo de afirmaciones un salvavidas para mantener alejada de sus cada vez más frágiles sueños la marea indetenible de la realidad.
Pero no son solo los medios. Por diversos motivos, amigas, «simps», feministas, solteronas, e incluso los propios padres de muchas de estas chicas han propiciado la estresante situación en la que ahora se ven.
Es harto común que los padres, por motivos que van desde los celos hasta una inocente sobrevaloración de la utilidad de la educación superior, independientemente de la carrera elegida, induzcan a sus hijas a postergar el establecimiento de una relación romántica estable y se muestren en algunos casos incluso hostiles a las parejas de sus hijas que pretendan establecerse seriamente con ellas formando familia previo a la obtención de un título universitario.
Los grupos de amigas, sometidas en general todas ellas a las mismas presiones sociales transmitidas desde los medios, se sienten inducidas a repetir el lugar común en cuestión y defenderlo, aún cuando las más despiertas del grupo tiendan a hacer oídos sordos de las implicancias del mismo y prefieran asegurar un «buen trato» en su momento cúlmine de belleza y atractivo.
¿Qué podemos hacer?
Modificar la tónica de la comunicación mediática o revertir el tremebundo y distópico camino que se está siguiendo con la «educación sexual» requerirá un esfuerzo coordinado que será importante apoyar cuando genuinamente sea así y no se trate meramente de una pose para obtener votos o simpatías sin un compromiso real y concreto.
Pero más allá de la política hay mucho por hacer.
En nosotros mismos:
Lo primero es purificarnos: eliminar de nosotros los efectos de estos perniciosos mensajes y liberarnos de los vicios y actitudes erróneas que pueden haber facilitado en nosotros.
Ya seas una chica que vive esta situación, su hermano, su padre o su pareja, todos los que hemos y estamos expuestos a estos mensajes los hemos incorporado en mayor o menor medida, y esto obstaculiza tanto nuestro desarrollo personal como nuestra capacidad de ayudar a los demás.
En la familia:
Si tu madre, hermana y especialmente si tu hija se encuentra afectada por esta situación o puede llegarlo a estar, es fundamental que tengas simpatía por ella y no la desprecies con crueldad. Incluso cuando se aferra al error con uñas y dientes, lo hace por haber sido víctima de esta situación. La mujer, sobre todo en su juventud, necesita de una buena guía y la protección de un brazo firme para alcanzar su potencial. Puede que en el momento te «odie», pero eternamente agradecerá haber tenido un hombre que la haya protegido en sus momentos de vulnerabilidad.