Hace 3 años, se abrió a las mujeres la posibilidad de presentarse como cadetes de infantería y de tanques del ejército norteamericano. Las autoridades estaban entusiasmadas de poder por primera vez contar con el doble de potenciales aplicantes para estos puestos.
3 años después, la cantidad de mujeres que se ha postulado para estos puestos, a pesar de todos los esfuerzos por reclutarlas, ha sido despreciable.
La sorpresa de los oficiales del ejército a cargo, es lo más sorprendente.
El trabajo de un soldado de infantería implica llevar cargas pesadas a pié por kilómetros, y pasar períodos prolongados de tiempo viviendo en condiciones de absoluta austeridad.
Pretender que el público femenino norteamericano se sintiera tan atraído a estas posiciones como el masculino, revela la inocencia con la que desde las políticas públicas se toma por ciertos los postulados ideológicos falsos, como que «varones y mujeres somos iguales» o que «el género es solamente una construcción social», que la academia feminista promueve anticientíficamente, y el fracaso de las políticas que este engaño a la opinión pública y las autoridades acarrea.