Largo debería ser el debate que debiera mantenerse acerca de la violación sexual, siendo actualmente aceptado desde una visión políticamente correcta que solo el hombre es el posible artífice de todas las violaciones sexuales que se cometen a diario en nuestras sociedades.
La culpabilización del varón como sujeto violador es debido básicamente a dos prejuicios, uno surgido desde la ideología de género y el feminismo el cual supone al varón un agente dispensador de violencia, y el otro al tabú de que el varón pueda ser vulnerable en una sociedad que le supone y obliga a una fortaleza aún compartiendo con la mujer ciertas debilidades y sumando aquellas otras características que lo diferencian de la mujer a nivel biológico y que lo mantienen en la sociedad como ostentador del título de «sexo fuerte».
Como veremos en la siguiente exposición, el varón está sujeto a distintos estereotipos muy arraigados en nuestra sociedad que tienden a esconder y silenciar la realidad de su propio sufrimiento en los casos de víctima de abuso sexual en tanto adulto, dejando fuera de análisis en esta ocasión su vulnerabilidad en la infancia y la adolescencia en temas sexuales, que aunque responden también a sus propias características biológicas y afectivas como varón, necesitan de un tratamiento en el apartado de abuso de menores.
En la edad adulta del varón, dejando de lado las violaciones sexuales cometida a hombres por otros hombres, existen varias formas en que un varón es violado sexualmente por una mujer. Aquí algunas de ellas:
1- Forzándolo físicamente.
De la misma forma que no debería preguntarse a una mujer violada si el violador consiguió arrancarle placer físico en su acto de abuso sexual forzado, a un hombre violado físicamente tampoco debería preguntársele por su erección, puesto que ésta responde a mecanismos muy ligados a respuestas de excitación innatas. En estos casos de violación la mujer suele ser de mayor corpulencia que el varón pudiendo sobrepasar la fuerza física del hombre, anulando así sus tentativas de escape.
2- Accediendo bajo chantaje.
En los casos en que el varón puede que no desee tener sexo, pero bajo chantaje de la mujer puede llegar a tenerlo con ella para evitar que esa amenaza se cumpla. Casos típicos son tener que soportar mal el humor de ella, su infidelidad, o lo que es peor, el juego de celos del que puede ser víctima como represalia de su abstinencia sexual.
3- Siendo utilizado como una marioneta.
Es aceptado por amplios sectores de la sociedad, no ligados a la ideología de género de los postulados del feminismo, que el varón manifiesta una acusada sexualidad con características innatas dirigida hacia la prosecución del coito ‘per se’, sobretodo en las edades tempranas tras la pubertad. Por cuestiones históricas, religiosas, y sociales de convivencia, esa pulsación sexual está siendo reprimida consciente o inconscientemente, por lo que una mujer, en determinadas circunstancias, podría romper los mecanismos y barreras psicológica que mantienen esa pulsación sexual bajo control, y yendo más allá de los intereses del varón, conseguir aprovecharse de esa brecha psicológica mediante una provocación explícita o implícita para utilizar ese matiz sexual innato del varón para sus propios intereses sexuales.
4- Bajo los efectos de distintos tipos de drogas desinhibidoras.
En circunstancias normales, probablemente un varón jamás accediera a tener sexo con ciertas mujeres, aunque inducido bajo los efectos de ciertas drogas, sobretodo el alcohol, podría llegar a ser convencido de tener sexo con aquella mujer que quisiera y supiera aprovechar el estado psicológico característico tras el consumo de este tipo de drogas. Los sentimientos tras una sesión de sexo con estas características provoca exactamente la humillación típica de una violación estándar.
5- Por engaño.
Un varón puede llegar a acceder a tener sexo con una mujer que sepa utilizar la dependencia emocional relacionada con la necesidad de establecer una relación de vínculo con una mujer, siendo éste el tipo de violación psicológica más extendida en nuestros días. La necesidad biológica de recreación de la estructura de vinculación emocional parental, causante del efecto psicológico del enamoramiento, suele ser una de las mayores argucias psicológicas utilizadas por la mujer para conseguir los favores sexuales de un hombre, manteniéndolo en un estado de perpetuo engaño durante el tiempo que dura esa fase de atracción sexual inherente al cortejo en el ser humano.
6- Con falsas promesas.
En los casos en que el varón desea mantener una relación sexual y afectiva con una mujer con la intención de forjar una familia y poder así tener descendencia, ello puede ser aprovechado por una mujer haciéndole creer que efectivamente ella puede ser quien le procure esa descendencia, aunque sin comunicarle sus verdaderas intenciones, ajenas éstas a la procreación.
7- Violación de paternidad directa.
En los casos en que una mujer mantiene relaciones sexuales con un hombre con la intención explícita de quedar embarazada de éste, independientemente de sus propias razones, pero que éstas están siendo deliberadamente silenciadas al varón, es el caso típico de violación de paternidad.
8- Violación de paternidad indirecta.
Cuando una mujer ya estando embarazada de otro hombre, o pretendiendo estarlo en un futuro, pero mantiene relaciones sexuales con otro para adjudicarle la paternidad del embarazo, este es un caso de violación de paternidad indirecta.
9- Extorsión sexual.
Cuando un hombre es utilizado sexualmente para conseguir de él compensaciones básicamente económicas, sean en dinero en efectivo, crédito, o bienes materiales, etc, esto entra el lo que podría llamarse «violación por extorsión» si esas intenciones de la mujer se mantienen en secreto, vendiendo al varón dicha relación sexual como fruto de necesidades emocionales compartidas.
10- Favores.
Si bien ese tipo de violación pudiera no manifestarse explícitamente con intercambio sexual, aunque en la práctica a menudo existe cierto tipo de acercamiento sexual, desde galanteos, toqueteos, o incluso llegar hasta el coito con ciento grado de consentimiento, podría tratarse de un tipo de violación por conseguir del varón cierto tipos de favores, sean estos materiales, de ayuda práctica en cierto tipo de tareas, o relacionados con el universo laboral, o incluso de posicionamiento social, siendo el hombre quien a lo largo de su vida se encontrará a menudo estando siendo utilizado a diario en este tipo de violación en la que la sexualidad está siendo mezclada y utilizada para otros fines.
Si el discurso feminista y de género fuera inclusivo y tratara el abuso sexual y la violación del modo que se merece, es decir, sin brechas de género, probablemente podríamos tratar de esta problemática social de forma holística para beneficio de todo ser humano. Bajo la realidad práctica en que el feminismo relega el trato al varón como un asunto social que no es de su incumbencia, nos vemos obligados a darle un trato puramente desde una perspectiva varonil, dejando manifiesta de esta forma tanto la culpabilidad compartida en temas sexuales, como la inocencia también compartida entre hombres y mujeres.
Creemos que no deberían hacerse distinciones categóricas sobre responsabilidad de género de las conductas sexuales abusivas y del uso de la violencia en materia sexual, pero desde instancias del propio feminismo que excluye al varón de su lucha por la dignidad de las personas, debemos tener en cuenta estas distintas formas en que toma la violación y el abuso sexual y difundirlas en aras de una verdadera igualdad entre hombres y mujeres.