[Las feministas de antes eran peor que las de ahora] Conocé la violencia terrorista de las sufragistas

Debido a la propaganda cuando se nos habla de las feministas de la primera ola, es decir de las sufragistas, muchas personas creen que ellas si pertenecían al feminismo bueno y que luchaban por la igualdad de voto entre los sexos.

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Cuando en realidad nunca hicieron campaña por el sufragio femenino universal, solo querían que puedan acceder al mismo las que tenían propiedades (como ya sucedía con los propietarios masculinos, ya que es necesario destacar que no todos los hombres votaban) y lejos de buscar la igualdad de sufragio, exigían que TODOS los varones hagan servicio militar obligatorio para tener derecho a votar, pero ellas renegaban de la misma exigencia.

Por más que en la película sufragistas se nos muestre la imagen de Maud Watts, una mujer trabajadora que peleaba por el voto (es necesario aclarar que solo fue un personaje ficticio) y que ellas nunca incluyeron en su movimiento a las mujeres obreras y se opusieron cuando el partido laborista Británico pedía el derecho de voto para todos.

Otra verdad que no te cuentan y que desarrollaremos ahora es que las acciones emprendidas por las sufragistas fueron extremadamente violentas y criminales, consideradas terroristas por los bombardeos, los incendios y por la falta de empatía por la vida humana, siendo estas completamente olvidadas hoy, reemplazadas con una visión desinfectada de las activistas como personas que no harían nada mas peligroso que romper unos cuantos vidrios.

Por suerte encontramos intelectuales que te muestran esta realidad, una de ellas es la escritora Fern Riddell, pero especialmente es muy destacable y esclarecedora la obra del historiador y periodista Simon Webb, quien  se ha tomado la molestia de buscar fuentes primarias, rescatando así esta parte de la historia y contar todo lo que pasó en su libro «los bombardeos de las sufragistas, las terroristas olvidadas de Gran Bretaña».

Podemos registrar el primer ataque violento contra un político el 20 de noviembre de 1909, cuando la  sufragista Theresa Garnett atacó a un joven Winston Churchill con un látigo de caballo en la plataforma de la estación de tren de Bristol.

Intentos de asesinar al primer ministro británico Herbert Asquith

El 19 de julio de 1912 le arrojaron un hacha cuando estaba de visita en Dublín y con mucha suerte este instrumento no lo tocó; pero le causó daño a John Redmond el diputado que lo acompañaba, cortando su mejilla y oreja.

El segundo intento de asesinarlo fue ese mismo día, en el Teatro Royal de Dublín, catalogado como el primer ataque terrorista del siglo XX.

«Las Sufragistas Mary Leigh, Gladys Evans, Lizzie Baker y Mabel Capper vertieron gasolina sobre las alfombras de un teatro abarrotado, le prendieron fuego y luego detonaron una bomba. Si eso no es terrorismo, ¿qué es?»

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Pero no fue el único de sus víctimas, ya que inventaron la carta bomba: diseñada para mutilar o matar a aquellos con quienes no estaban de acuerdo, siendo los receptores de las mismas el canciller David Lloyd George y Henry Curtis Bennett, el magistrado jefe de Bow Street.  Cuando esto no tuvo éxito, dos sufragistas intentaron arrojar a Curtis Bennett por un precipicio en Margate.

Incendiaron muchas casas y mansiones (96 si se incluyen los hoteles entre ellas la de Lloyd George).

No solo iban contra los miembros del gobierno ya que las bombas puestas contra casas supuestamente desocupadas, estaban desocupadas por sus dueños ricos pero ahí vivían sus sirvientes pobres, mujeres y hombres, y el hecho de que tales casas a menudo tuvieran personal doméstico viviendo en ellas, que en ocasiones estuvieron casi atrapados por los incendios, no causó preocupación a las perpetradoras.

Además para que se den una idea, solo entre 1913 y 1914 más de 300 incidentes de incendios provocados y bombas fueron ejecutados por las sufragistas.

En los años previos a la Primera Guerra Mundial, las sufragistas llevaron a cabo una campaña de bombardeo en Reino Unido, plantando artefactos explosivos improvisados en lugares tan variados como el Banco de Inglaterra, la Galería Nacional, las estaciones de ferrocarril y muchos otros lugares como las calles más concurridas.

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Se centraron específicamente en dificultar la vida de la gente común, apuntando a la red ferroviaria y las comunicaciones a través de cables telegráficos. Cortaron los cables telegráficos entre Londres y Glasgow. Eso es el equivalente a borrar Internet hoy en día. ¿Te imaginas el impacto?.

Muchas de las personas quemadas o heridas debido a sus ataques contra trenes, oficinas de correo, eran hombres de clase trabajadora que tampoco no tenían el voto.

Subyacente a sus tácticas había un desprecio por las mujeres y los hombres comunes.  Por ejemplo, después de que incendiaron los salones de té en Kew Gardens, la propietaria fue a la sede de la Unión Social y Política de Mujeres para quejarse en nombre de sus empleados que habían perdido sus empleos.  Le dijeron que estaba tomando una «visión muy personal del asunto» y que el personal sin duda se alegraría de haber prestado apoyo a la causa de las mujeres.

Las que planearon los bombardeos, no eran lobas solitarias o rebeldes, estaban dirigidas por las líderes del movimiento sufragista (las Pankhurst).

Hoy en día las feministas argumentan que en realidad no mataron a nadie, pero eso fue probablemente porque algunas de sus bombas más importantes especialmente una que quedó fuera del banco de Inglaterra fueron desactivadas por policías valientes o no explotaron. Cualquiera que coloque una bomba en un lugar público sabe que puede matar o mutilar horriblemente.

Como si esto fuera poco las feministas de antes hacían mucho más daño a las iglesias, comparadas con las feministas de ahora. En total, 32 iglesias fueron bombardeadas o incendiadas.

Entre las más afectadas se encontraron: la iglesia de Santa Catalina de Londres, la Abadía de Westminster, Saint Martin in the Fields en la plaza de Trafalgar, la capilla de Rosslyn en Escocia y las catedrales de San Pablo y la de la iglesia de Cristo de Lisburn en Irlanda.

Las iglesias eran otro de sus puntos de ataque favoritos porque según ellas representaban el «patriarcado». Aunque a principios del siglo XX, el voto femenino fue apoyado por el Papa Benedicto XV, Monseñor Baudrillart y el Padre Sertillanges, mediante una «ardiente campaña», dato que las feministas parecen desconocer y sin embargo no deberían, ya que está presente en «El segundo sexo», de Simone de Beauvoir, libro que, según las estadísticas, ha incrementado su venta.

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Demostraron además especial interés por atacar obras de arte y museos. Sólo entre 1913 y 1914 se atentó al menos 12 veces en diferentes museos, por ejemplo, el 3 de abril de 1913 Lillian Forrester, Annie Briggs y Evelyn Manesta atacaban varios de los más valiosos cuadros de la galería de arte de Manchester dejando 14 pinturas dañadas. Pero el caso más conocido es el de Mary Richardson, quien el 10 de marzo de 1914 rajaba siete veces la Venus del  espejo de el español Diego Velázquez en la National Gallery de Londres.

Cuando se las encarcelaba, se ponían a hacer huelga de hambre y eran alimentadas a la fuerza. Como la gente protestó de este trato, el gobierno, decidió promulgar en 1913 la Cat and Mouse Act (ley del gato y el ratón) que consistía en que cuando una sufragista terrorista y perturbadora del orden público (el ratón) era detenida, si hacía huelga de hambre, el gobierno (el gato) la soltaba cuando se veía que su estado de salud podría poner en peligro su vida, para después, cuando se recuperaba fuera de la cárcel, volverla a detener.

Estos actos eran realizados con la intención de que el pueblo molesto por estas acciones le exija al gobierno que ceda ante los objetivos de este movimiento, sin embargo sucedió todo lo contrario, ya que perdieron apoyo.

En 1909 el primer ministro Henry Campbell-Bannerman apoyaba la causa pero lejos de asegurar la concesión de votos para las mujeres, las sufragistas impidieron el progreso político hacia ese objetivo, mediante sus acciones peligrosas haciendo que la mayoría de personas las rechazan como fanáticas violentas.

Otra cosa que no se dice habitualmente es que ellas pedían los mismos derechos que los varones, pero no aceptaban las mismas obligaciones, ya que ellos para tener ese derecho tuvieron que hacer el servicio militar obligatorio y servir en la primera guerra mundial.

Aunque si no hubiera sido por los bombardeos hay muchas posibilidades que se hubiera dado el voto a las mujeres antes, y no después de la primera guerra mundial.

Otros países avanzados como Finlandia, Noruega, Australia y Nueva Zelanda, otorgaron el voto a mujeres sin ninguna de las violencias utilizadas por sufragistas.

Para finalizar decimos que abordar una verdad difícil sobre un movimiento que está ampliamente idolatrado puede ser molesto la primera vez que escuchas sobre él.  Esta verdad ciertamente desencadena una reacción emocional para muchos. Pero creo que tenemos que conocer nuestra historia en su totalidad. Una media historia o una historia desinfectada no sirve a nadie: es una corrupción y es una mentira.

 

Fuentes:

The Guardian

Conservative Women

Daily Mail

Spartacus Educational

News Sky

Arts and Culture

History Extra

Arts and Culture

El estado mental

BL

Infobae

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