La enseñanza: Usar al varón. «Si yo quiero puedo andar desnuda por la calle y ninguno me puede decir nada». Eso decía la vecina de Chascomús al periodista mientras contaba sus opiniones del caso.
Ése es precisamente el mensaje que la ideología de género neofeminista le transmite a las mujeres. Y las madres a sus hijas. Lo que cualquier persona sensata, impermeabilizada ante el discurso de género habría preguntado, lo natural, es: «¿Y para qué querría usted andar desnuda por las calles?».
Es decir, tenemos ciertas reglas de convivencia. Reglas que rigen para todos. ¿Por cuál motivo moral alguien querría hacerle cumplir el contrato a los demás y eximirse él mismo de respetarlo?
La vecina llegó a esa conclusión -aberrante pero extendida conclusión- al comprender que había hablado de más. Segundos antes, ella reconoció que la chica tenía relaciones sexuales con el tipo para sacarle plata. Que lo vivía.
«Acá se sabía», dijo, agregando que un montón de chicas como la asesinada hacen lo mismo. No sabemos si es verdad o una fantasía de chismosas. Aunque es verosímil.
En un contexto de pobreza e injusticia social, de ausencia de valores sociales y de esperanzas, en medio de profusos mensajes publicitarios que enseñan a las mujeres a aprovecharse de sus encantos sexuales para conseguir dinero y posición… ¿sería tan raro que alguna lo hiciera?
La mujer continuó aclarando que… «parece que lo amenazaba con denunciarlo», que es justamente lo que declaró el presunto asesino. Al comprender el rumbo que tomaban sus declaraciones, recordó entonces la máxima del género y reculó: «eso no justifica…».
Pues, claro que no «justifica». Porque en el derecho un delito es punible. Salvo circunstancias que aquí no concurren. El que lo comete es juzgado y recibe su pena. Si mató, es homicida. Lo cual no significa que las demás personas no cometan también delitos o inmoralidades. Son campos de consideración distintos que pueden o no tener algún cruce causal.
Ahora, la pregunta fundamental que debemos hacernos es: ¿ese es el mensaje que deben recibir las mujeres, en particular a las nuevas generaciones de adolescentes? ¿Que ellas pueden hacer lo que quieran sin respetar regla moral alguna?¿Que todo vale para conseguir guita y que pueden usar y extorsionar libremente a los varones? ¿Podemos decirles que ése es su derecho y que nadie les hará nada por ello, como remata esta vecina? ¿Eso es lo que le enseñaron a esta pobre chica? ¿Se habría convencido ella de que tenía poder absoluto sobre un varón, tan sólo por ser mujer? ¿Habría sido esa convicción la que la impulsó a tomar ese riesgo?
Frente a estos hechos tenemos dos opciones. Convencernos de que todo está bien y que los varones son una especie malvada y perversa contra la bondad esencial femenina; o sacarnos la venda respecto de nuestras contradicciones morales.
Cada quien decide.
La píldora azul, o la roja.
Muerte al macho.
FUENTE: Martín Alcalá -Facebook-