En el cruce legal entre Mauro Icardi y Wanda Nara, las medidas judiciales y provisionales respecto a sus hijas develan como el sistema de justicia ataca la figura del padre y cercena deliberadamente el vínculo paterno-filial, condicionando el desarrollo psicosocial de los niños.
El régimen de tenencia, visitas y comunicaciones establecido en el proceso judicial entre Wanda Nara y Mauro Icardi, en el marco de su divorcio y las disputas por la custodia de sus hijas, Francesca e Isabella, revela un esquema mixto, restrictivo y sujeto a constantes modificaciones, que podría interpretarse como un reflejo de un sesgo misándrico en las decisiones judiciales. A continuación, se detallan los puntos clave del régimen y cómo estos sugieren un trato desigual hacia el padre:
Videollamadas coordinadas y supervisadas:
Según reportes de Teleshow (diciembre de 2024), el sistema judicial impuso que el contacto de Icardi con sus hijas a través de videollamadas debe ser coordinado y supervisado por una tercera persona designada por el tribunal, con el supuesto objetivo de «preservar el vínculo sin interferencias».
Esta medida, aunque presentada como neutral, impone una supervisión que limita la autonomía del padre en su relación con sus hijas e implica, paradójicamente, una interferencia en el vínculo.
Esto sugiere más que una desconfianza implícita hacia su capacidad de interactuar sin mediación, un despliegue por parte de un sistema judicial feminista que busca deliberadamente quebrar el vínculo paterno-filial mientras proclama protegerlo. No se menciona una supervisión equivalente para las comunicaciones de Nara con las niñas a pesar de la evidente exposición de las niñas a contextos inapropiados para su desarrollo.
Períodos presenciales restringidos:
El régimen impuesto por el juzgado establece que, durante los viajes de Icardi a Argentina, las niñas pueden permanecer bajo su custodia únicamente por el tiempo que dura su estancia, debiendo reintegrarse al domicilio materno al concluir el viaje.
Por ejemplo, en noviembre de 2024, Icardi compartió tiempo con sus hijas en Buenos Aires bajo estrictas condicionantes temporales, según informó La Voz.
Exigencias desproporcionadas al padre:
El tribunal ha requerido a Icardi la presentación de datos específicos, como el nombre y contacto del terapeuta que supervisa su tratamiento psicológico, según un expediente citado por El Trece (enero de 2025). Esta solicitud, no parece tener un equivalente para Nara, a pesar de las acusaciones cruzadas en el caso, y el cuestionable estilo de crianza que despliega en las redes.
La exigencia de información personal y médica exclusivamente al padre refuerza la percepción de un escrutinio desproporcionado.
Sesgo misándrico
En conjunto, estas medidas reflejan un patrón de parcialidad ginocéntrica en las decisiones judiciales que, lejos de promover la igualdad entre ambos progenitores, parece favorecer sistemáticamente a Nara como figura central en la crianza de las niñas, a pesar de la cuestionable idoneidad de la progenitora.
La supervisión de las comunicaciones de Icardi, las restricciones temporales a su convivencia con las hijas y las exigencias de información personal contrastan con la ausencia de medidas similares hacia Nara.
La falta de flexibilidad en el régimen de visitas y la priorización del domicilio materno limitan el derecho de Icardi a mantener un vínculo significativo con sus hijas, un aspecto que contraviene los principios del interés superior del niño, reconocido en la Convención sobre los Derechos del Niño y en la legislación argentina (Código Civil y Comercial, art. 639) y la literatura científica que respalda la importancia de la presencia paterna en el hogar para el correcto desarrollo de los niños.
Impacto en Francesca e Isabella: las consecuencias de la misandria judicial en los niños
El régimen de tenencia y comunicación establecido en el proceso judicial entre Wanda Nara y Mauro Icardi, que prioriza el rol de la madre y ataca la autoridad paterna, ha generado un claro impacto negativo en el bienestar emocional y psicológico de sus hijas, Francesca (10 años) e Isabella (8 años).
La falta de un padre en su hogar, combinada con la exposición mediática del conflicto, ha colocado a las niñas en una situación de vulnerabilidad, evidenciada en episodios concretos que reflejan tensiones y disrupciones en su entorno social.
Restricción de contacto durante el desalojo de noviembre de 2024:
El 30 de noviembre de 2024, Mauro Icardi fue desalojado de la residencia familiar en el barrio Santa Bárbara, Tigre, en un episodio documentado por Teleshow y La Voz. Según la defensa de Icardi, las niñas estuvieron presentes durante este evento, que involucró la presencia de una escribana, abogados y L-Gante, el pareja casual de Nara.
La abogada Elba Marcovecchio señaló que Francesca e Isabella mostraron «angustia evidente» al presenciar el desalojo de su padre, quien fue expelido por el sistema judicial de su propia vivienda sin poder garantizar un espacio de convivencia inmediato con ellas. Esta situación, agravada por la falta de un régimen de visitas flexible, limitó el contacto directo de las niñas con su padre, privándolas de estabilidad emocional en un momento de alta conflictividad.
Videollamadas supervisadas y su efecto en el vínculo:
El régimen impuesto por el Juzgado Civil 106, según reportes de El Trece (enero de 2025), obliga a que las videollamadas de Icardi con sus hijas sean coordinadas y supervisadas por una tercera persona. Un episodio relatado por la defensa de Icardi en La Nación (diciembre de 2024) describe cómo Francesca expresó frustración por no poder hablar libremente con su padre durante una videollamada, ya que la supervisión limitaba la espontaneidad de la interacción.
Este control excesivo, que no se aplica a las comunicaciones de Nara, parece orientado a generar en las niñas una percepción de distancia emocional con su padre, afectando la construcción de un vínculo seguro y afectivo, esencial para su desarrollo según los principios de la Convención sobre los Derechos del Niño (art. 9).
Inestabilidad por la priorización del domicilio materno:
El régimen establece que Francesca e Isabella deben reintegrarse al domicilio materno al concluir los períodos de visita de Icardi en Argentina, como ocurrió durante su estancia en noviembre de 2024, según Diario Huarpe.
Esta rigidez impidió que las niñas pudieran permanecer con su padre en un entorno estable durante su recuperación médica, lo que habría facilitado una convivencia más prolongada.
La abogada Lara Piro argumentó en una declaración a Teleshow que esta priorización del domicilio materno, sin considerar una custodia compartida equitativa, ha generado inseguridad en las niñas, quienes han manifestado en sesiones con su terapeuta (citado en el expediente judicial) el deseo de pasar más tiempo con su padre sin restricciones temporales. La falta de flexibilidad refuerza un entorno donde el rol paterno es percibido como secundario, lo que puede impactar negativamente en la autoestima y el sentido de pertenencia de las niñas.
Exposición mediática y sus consecuencias emocionales:
La alta exposición mediática del conflicto, amplificada por declaraciones públicas de Nara en programas como LAM (América TV, noviembre de 2024), donde minimizó las acusaciones de Icardi, ha colocado a Francesca e Isabella en el centro de un escrutinio público.
Un reporte de La Voz (diciembre de 2024) menciona que las niñas han mostrado signos de ansiedad en la escuela, según fuentes cercanas, debido a comentarios de compañeros sobre las noticias relacionadas con el divorcio de sus padres. La priorización de Nara como figura central en el régimen de tenencia, sin un contrapeso que garantice el rol activo de Icardi, expone a las niñas a un entorno donde las narrativas públicas favorecen a la madre, lo que puede generar confusión y conflictos de lealtad.
Un sistema judicial que margina al padre y desestabiliza a las niñas
El régimen de tenencia, visitas y comunicaciones impuesto en el conflicto entre Wanda Nara y Mauro Icardi revela un patrón judicial que parece diseñado para deslegitimar el rol del padre y alejarlo de sus hijas, Francesca e Isabella, mientras otorga a la madre un poder desproporcionado para limitar su influencia.
Medidas como la supervisión de las videollamadas de Icardi, que restringieron la espontaneidad del vínculo, el desalojo de la residencia familiar en presencia de las niñas, y la rigidez de las visitas que confinan su convivencia a períodos breves, reflejan un escrutinio exclusivo hacia el padre, sin contrapartes para Nara.
Estas restricciones, que contrastan con la libertad de Nara para exponer el conflicto en medios como LAM, han generado angustia y ansiedad en las niñas, contraviniendo el principio del interés superior del niño y afectando su estabilidad emocional.
Este enfoque judicial, que exige a Icardi datos personales como el contacto de su terapeuta sin imponer requisitos similares a Nara, no solo ataca el Principio de Patria Potestad, sino que también proporciona a la madre un entorno propicio para ejercer manipulación y violencia psicológica contra el padre.
La falta de parcialidad desvaloriza a Icardi alimentando una narrativa que lo presenta como secundario y erosionando su vínculo con sus hijas. Este desbalance expone a Francesca e Isabella a inseguridades y conflictos de lealtad, con riesgos a largo plazo para su desarrollo psicosocial.