Feministas colocadas por el oficialismo en la Intendencia de Montevideo han decidido eliminar la figura de «Reina del Carnaval» y sustituirla por la (literalmente) de-generada «figura del carnaval».
Las jerarquitas y jerarquitos, ofendidas porque el rol de «Reina» carga con connotaciones de nobleza, belleza y prominencia, decidieron arbitrariamente sustituirlo, por una nomenclatura que esté en concordancia con su actitud «posmo» adoptada por ellas y predicha por los tangos de Discépolo, cuando en Cambalache lamentaba que «todo es igual, nada es mejor» y que «lo mismo un burro que un gran profesor».
La racionalización que hace la resolución de la Intendencia que impone este disparate es como de costumbre, risible. La comuna alega que los concursos de belleza son nocivos porque «fomentan estereotipos de género», como si la propaganda feminista que la propia intendencia paga no fomentara el estereotipo del varón violento, el estereotipo de la mujer víctima, el estereotipo negativo de mujer «bruja» (irresponsable, promiscua, deshonesta) que el feminismo promueve como alternativa al estereotipo arquetipo positivo que esa Reina representa, y que todos reconocemos como virtuoso y un modelo a admirar e inspirarnos a ser mejores.
Cuando nos preguntamos por qué parece que los valores se estuvieran perdiendo, deberíamos preguntarnos qué estamos haciendo para enfrentarnos a estos frontales ataques del neomarxismo contra los valores compartidos por nuestra sociedad.
