Dialogamos con Alberto Arzua Arrugaeta sobre, autor del libro «¿Machista yo? Opiniones de un hetero» sobre la hegemonía del discurso feminista, y la ideología de género en la actualidad.
¿Qué lo llevó a inclinarse a abordar esta temática y la problemática que conlleva?
En primer lugar, mi ignorancia. No comprendía la razón de ciertas actitudes supuestamente feministas. Yo pensaba inocentemente que el feminismo, como reivindicación de la igualdad entre sexos, al haber conseguido ya sus objetivos básicos, se centraría en vigilar que estos se cumplieran en la práctica. Sin embargo enseguida me percaté de que no iban por ahí los tiros.
Este nuevo feminismo: feminismo de género, o radical, o de la tercera ola, partía de unas raíces para mí absolutamente insospechadas. Y como no me gusta nada no entender las cosas, y menos las que te pasan por las narices a todas horas, me propuse estudiar el tema. No hay nada personal en ello, sino un afán de conocimiento.
En segundo lugar la pretensión de trasladar al resto del mundo lo que iba descubriendo, junto con mis conclusiones, por si a alguien le podían valer y, sobre todo, como denuncia de una corrección política a mi modo de ver muy perniciosa para la vida en común.
Los estereotipos han existido a lo largo de la historia, ¿Cómo se puede entender que el feminismo combate ‘este mal’ con más de lo mismo?
El aluvión de incongruencias de este feminismo es difícilmente entendible desde una perspectiva racional. Se trata de una fe, de un sistema de creencias cerrado en sí mismo, inmune a cualquier aportación por parte de alguien “no iniciado”.
Dicho esto me parece que ellas no critican los estereotipos, sino el supuesto hecho de que los más negativos (a su modo de ver) se apliquen automáticamente a las mujeres. En este sentido yo diría que luchan por adjudicarse los estereotipos relativos al género masculino (valentía, actividad…). Al pretender formalmente romper con todo estereotipo —algo imposible pues se trata de constructos humanos que nos ayudan a manejar la realidad—, se enredan una y otra vez en una red de lugares comunes de la que solo podrían salir dejando aparte los prejuicios… pero eso es algo que destruiría su propia esencia: la ideología de género.
Europa, y particularmente España, tuvo una gran cambio cultural a fines de los ‘70 y durante los ‘80 con la salida de regímenes autoritarios ¿Eso posibilitó más la apertura cultural y por consiguiente que estos movimientos feministas extremos, seguramente ya existentes, ganasen espacio y adeptos para ir creciendo?
El final de la dictadura motivó efectivamente una explosión de alegría tal que trastocó la vida cultural del país. No tengo los conocimientos suficientes para explicar el auge de este tipo de feminismo en concreto, pero supongo que cuando se sale del fondo de un pozo lo primero que se pretende, ciegamente, es alcanzar los cielos. Somos así de absurdos los humanos. Los extremismos de todo orden hicieron entonces su agosto.
Por otro lado como referencia cultural siempre se han tomado, paradójicamente, los denostados EEUU, y allí estaba surgiendo con fuerza la ideología de género. Aquí no hicieron sino apropiarse de las elucubraciones de ciertas pseudo-intelectuales norteamericanas que, en un contexto muy distinto, abogaron por denunciar la falsa igualdad formal… ¡y esto cuando en España apenas se acababa de empezar a disfrutar!
Muchas veces se habla del Patriarcado y la opresión del mismo, pero la historia ha señalado a muchas mujeres con poder manejando reinos y, que sin embargo, no han trabajado en cambiar esa tradición ¿Le conviene a la mujer ‘exterminar’ el patriarcado o debe trabajar en una equidad?
El Patriarcado como dominio del hombre sobre la mujer en ámbitos tanto públicos como privados ya no existe en las democracias avanzadas, está virtualmente “exterminado”. Los inevitables residuos machistas constituyen la excepción que confirma la regla.
Si a las emperatrices de la antigüedad se les mencionara la “sororidad”( la misma trata de una alianza entre mujeres, propicia la confianza, el reconocimiento recíproco de la autoridad y el apoyo), del atracón de risa que se iban a dar regresaban derechitas a la tumba.
La conciencia de la igualdad entre hombres y mujeres, como tantas otras cosas, no ha calado en la humanidad hasta hace muy poco. Hombres y mujeres vamos tomando con naturalidad, y al ritmo que va surgiendo, el lugar que deseamos en el mundo. Las prisas y los delirantes objetivos “de género” no hacen sino ralentizar y emborronar tan interesante proceso.
En su blog habla de la imperiofobia y apunta a la caída o desaparición del imperio ‘macho’ ¿Por qué cree que se dio esta situación de racismo y odio desde el feminismo hacia el género varonil?
Como ya he mencionado anteriormente, el imperio macho ha desaparecido en las democracias avanzadas, notablemente en España. ¿Racismo y odio? El feminismo de la igualdad no tiene nada que ver con eso. El de género, como todo extremismo, necesita de un enemigo fuerte en quien centrar toda su bilis emocional.
Está claro que los hombres somos el enemigo ideal: más altos, más fuertes, más activos, y además hemos (han) creado (casi) todos los avances conocidos por la humanidad. Exquisito demonio omnímodo. La del género es una religión muy curiosa, ya que lo saben todo del Maligno, pero casi nada de Dios. De hecho cuando imaginan un paradisíaco mundo feminista patinan más que un profesional en la pista de hielo. Casi tanto como patinan en temas estrictamente sexuales (la heterosexualidad “obligatoria” entre otros muchos).
¿Qué distingue, principalmente, al feminismo de igualdad con el de género?
El feminismo de la igualdad parte de una premisa ética elemental: las mujeres y los hombres son iguales en derechos, obligaciones, y dignidad.
El feminismo de género parte de un colosal montaje teórico basado en los estereotipos de género y repleto de falsedades.
Primera falsedad: todos compartimos los estereotipos de género femeninos y los separamos radicalmente de los masculinos.
Segunda: los estereotipos femeninos son todos muy negativos. Tercera: todos ellos son falsos.
Conclusión: no hay características naturales específicamente femeninas, somos idénticos en todo excepto en los órganos sexuales (incluso esta innegable evidencia está hoy en día siendo puesta en cuestión aprovechando rastreramente el marginalísimo drama “trans”).
Esta mentira tan grosera como acientífica se justifica aduciendo que “eso de los genes es algo muy antiguo”… y es que el feminismo de género está reñido con la ciencia.
Las consecuencias de esta manera de “pensar” son las que observamos día a día en los medios de comunicación: una delirante (por acientífica) corrección política en todos los temas sensibles (lenguaje, aborto, violencia, prostitución, brecha salarial, cosificación…), que son evidentemente los que trato en el libro. Resumiendo, el feminismo de la igualdad y el de género se parecen tanto como la noche al día.
¿La violencia creciente en la sociedad como parte de muchos problemas de igualdades y oportunidades, permitió tomar al feminismo de género esta problemática como propia para mostrarse como atacada por el varón?
Opino, como Steven Pinker en su muy recomendable libro “Los ángeles que llevamos dentro”, que el declive de la violencia a nivel mundial es algo palpable, aunque la eterna lucha entre igualdad y libertad pueda seguir repuntando en momentos determinados (recomiendo en este sentido la trilogía de Antonio Escohotado “Los enemigos del comercio”).
La idea bastante extendida de que una confabulación cultural marxista-leninista haya podido impulsar esta violenta (sentirse atacada sin motivo) reacción feminista me parece un tanto traída por los pelos, pero no niego que el clima reivindicativo ha ayudado a que se extienda esta ideología. Se da el caso de que muchos movimientos “comunistas” surgieron precisamente cuando mejor estaba funcionando el capitalismo. Da que pensar.
Aprovechando su experiencia y dedicación a este tema, ¿Cuál puede ser el final de esta lucha de género, o en que puede terminar mutando para iniciar otra visión de la sociedad y un nuevo enfrentamiento entre otros actores sociales?
Acabo esta amable entrevista como empecé: reconociendo mi ignorancia. No veo el final de esta lucha. Tampoco sé si mutará. No se me ocurre ni siquiera imaginar una visión futura de la sociedad y menos aún las características de un hipotético nuevo enfrentamiento entre otros actores sociales. Entender el mundo actual me parece tan complicado que lo que pase mañana queda totalmente fuera de mi alcance. Soy incapaz de deducirlo, lo siento, la futurología (“ciencia” que podríamos definir como “una colección de errores”) no entra dentro de mis limitadas capacidades, eso se lo dejo a los peligrosísimos anunciadores de maravillosos mundos nuevos.