Estimados amantes de las ciencias puras y aplicadas, tenemos un problema ¿su nombre? Perspectiva de género la cual, como su nombre indica, no es más que un punto de vista, una opinión sin respaldo científico que está sirviendo de fundamento para llevar a cabo una agenda política que viola tanto la Declaración Universal de los Derechos Humanos como la Constitución Española.
Por si fuera poco se sustenta en tres fraudes de aspecto científico. El primero fue perpetrado por Margaret Mead, una antropóloga feminista que se inventó, en 1926, que en las islas de Samoa aún quedaban vestigios sociales de mítico e imaginario Matriarcado tales como el amor libre y la práctica social de la bisexualidad, falacia que tuvo mucha influencia en la pseudo revolución sexual del 68. Sus mentiras fueron puestas al descubierto más tarde, en la década de 1980, por el antropólogo Derek Freeman.
El segundo fraude en el que se sustenta la perspectiva en cuestión fue el perpetrado por Alfred Kynsey, un zoólogo pederasta y zoofílico que hizo creer a todo el mundo con sus encuestas sobre el “Comportamiento sexual del hombre” (1948) y “de la mujer” (1953) -y el eco que los de arriba le dieron a tales encuestas- que un diez por ciento de la población blanca de EEUU (y por ende la humanidad) era homosexual de manera natural. ¿Cómo lo supo? ¿Tomando una muestra representativa de la población? No: preguntado a prostitutos homosexuales y a presidiarios en las cárceles, mayormente.
El tercer fraude lo perpetró John Money, un psicólogo financiado por el Instituto Kynsey que a su vez estaba financiado por la ONG filantrópica de la familia Rockefeller. El Dr. Money fue el primero en emplear la palabra género (que hasta entonces había sido un término gramatical) como sinónimo de identidad sexual y el primero, también, en presentar un estudio cuyos resultados trataban de demostrar que el género, en la especie humana, era determinado no por los genes y las hormonas sino por la cultura, sobre todo.
Sus cobayas humanas fueron los gemelos monocigóticos Reimer y los detalles del “experimento” se pueden encontrar en el documental de la BBC “El Dr. Money y el niño sin pene”. En resumen, fue un burdo fraude, pero sirvió para modificar los planes de estudio de las carreras de sociología, psicología y educación de occidente a partir de 1973 y, ya en 1995, para que los títeres políticos de la mafia bancaria encabezada por Rothschild y Rockefeller consiguiesen que la ONU adoptase la “perspectiva” de género como dogma oficial, en la 4ª Conferencia de la Mujer, Pekín.
Desde entonces ese punto de vista se propagó como la “cocacola” por toda la Tierra y actualmente, en España, se puede ver su materialización política en la Ley Integral contra la Violencia de Género y las diferentes leyes autonómicas contra la LGTBIfobia aprobadas por los títeres políticos de los de arriba: desde el PP-PSOE-C`s a Podemos-IU y la CUP.
¿O son tontos útiles? Sea como fuere todos ellos hacen oídos sordos cuando se les hacer saber el origen fraudulento de su sacra “perspectiva” y hasta le tildan a uno de homosexualófobo y machista por hacerlo. ¿Pero qué tendrá que ver una cosa con la otra? Nada; es una forma de aterrorizar a los disidentes y generar una espiral de silencio que salvaguarde la agenda biopolítica que se sustenta sobre esos tres fraudes científicos.
Un punto de esa agenda consiste en adoctrinar a los educandos en la creencia de que la heterosexualidad humana es fruto de la imposición liberticida del “heteropatriarcado” y, por ende, liberarlos de tal opresión con los neoderechos y prácticas “sociales” adecuadas. Mientras tanto se les ocultan los trabajos de científicos como Steven Pinker, Milton Diamond, Lopez Moratalla o Francisco J. Rubia que demuestran que (a no ser que haya interferencias de elementos extraños como el Bisfenol A y pseudoestrógenos similares) los genes y la materia hormonal moldean el cerebro desde el vientre materno e influyen mucho más que la cultura en la conformación de la identidad y la orientación sexual. O sea, que los seres humanos nacemos “cisgénero” y heterosexuales por Naturaleza.
En países que llevan décadas padeciendo la aplicación de la ideología de género, como Noruega, ya han surgido voces a favor de la objetividad científica, como la de Harald Eia quien con su documental “Hjernevask” (“Lavado de cerebro”) logró exponer de tal modo las falacias del maquiavélico proyecto de ingeniería social en cuestión que el “Nordic Gender Institute” tuvo que cerrar. Estimados amantes de la ciencia, tomemos ejemplo.
Resquebrajemos con nuestras voces la enorme estructura de burocracia corrupta y nociva que han generado los de arriba para vigilar que ese punto de vista se adopte de manera transversal y obligatoria en todos los ámbitos de la sociedad. El tiempo apremia pues los políticos de los de arriba están a punto de aprobar una proposición de ley “contra la discriminación por orientación sexual” que creará un órgano administrativo semejante al de la “Ley Mordaza” del PP para castigar, sin respetar sus derechos y garantías judiciales, a todos los que atrevan a ver el mundo con una perspectiva diferente.
¿Te quedarás callado mientras una nueva inquisición oscurantista nos retrotrae a tiempos en que todo tipo de cuestionamiento científico contra el “punto de vista” de los poderosos era considerado pecado? Yo no.