Una de los recursos retóricos más abusados por la comunicación neomarxista es acusarnos (a todos los que estamos ideológicamente a la derecha de Lenin) de «tener miedo».
Esta técnica se utiliza para transmitir a su base de apoyo que se aproxima la victoria sobre lo que sienten como su enemigo irreconciliable, es decir, todos nosotros.
Irónicamente, y en lo que nuestros colegas cristianos podrían considerar la expresión de un divino sentido del humor, quien se encuentra paralizada hoy por el miedo frente a una inminente derrota electoral, es la propia izquierda que tan afecta ha sido a acusarnos cínicamente de «tener miedo».
Peleando contra sus propias sombras
Si bien el analista político Ignacio Zuasnabar, ya comentó que «si el Frente Amplio no estaba preocupado, debería preocuparse» por los resultados de las encuestas, la demostración tácita del estado de desorientación y miedo que atraviesan los encargados de sostener el tambaleante estandarte de la hegemonía política frenteamplista, ha venido de la mano de la nota publicada en el semanario Brecha por el intelectual orgánico estresha del neomarxismo uruguayo, Gabriel Delacoste.
Entre otros dislates, Delacoste vincula a una socialdemócrata como Verónica Alonso a «la ultraderecha evangélica», califica de «ultraderechista» al Fiscal Gustavo Zubía, vincula con el «pachequismo» al Partido de la Gente, (que hace poco sumó a sus filas al líder de la cámara LGBT), imagina una «cruzada de la iglesia católica contra el feminismo», (la misma iglesia que esperó 3 ataques consecutivos a sus templos por parte del feminismo para finalmente hacer la denuncia a la policía), y sanciona a las dos únicas expresiones decididamente contrarias al comunismo en Uruguay: Varones Unidos y el PSR como «radicales y marginales».
Pero el desvarío y el disparate no acaban aquí. Otra publicación de extrema izquierda llegó a calificar a Hoenir Sarthou, un abogado de extensa trayectoria en la izquierda, de practicar el «neofascismo rampante», por no seguir a rajatabla la ortodoxia del interseccionalismo posmoderno.
El acomodo en el poder, la normalización del comunismo caviar y el maridaje con las componentes más perversas y decadentes de las élites de occidente, parece haberle causado una amnesia selectiva a la intelectualidad de la izquierda. Se han olvidado que los «radicales y marginales», en términos históricos y naturales, son ellos. Al negarse a reconocer su posición real, a la extrema izquierda del espectro político, la imagen que da el neomarxismo es la de un loquito que sale a la calle en calzones, a cazar fachos con la escopeta.
El fin de la impunidad «compañera»
Pero no es solo el miedo a ser arrancados de la jugosa (aunque cada vez menos) teta del estado. Algunos exponentes del saqueo marxista se juegan algo más que ser alejados del calorcito del poder. El atrincheramiento en el gobierno y su influencia sobre la justicia, ha servido para otorgar impunidad a la corrupción y la delincuencia militante, que sirven un rol orgánico en el bloque político anti-imperialista internacional, al ser junto con el narcotráfico, fuentes claves de financiamiento de sus expresiones más radicales.