[Uruguay] El lado oscuro de la migración y el tráfico de personas.

El debate sobre la migración en Uruguay se asemeja al del aborto. Parece haber intereses muy fuertes creados, quizás monetarios, detrás de la tozuda defensa izquierdista de una política de fronteras abiertas. No se dialoga, se oscurecen los hechos, se apela al emocionalismo, todo para defender la posición reduccionista, importada de la izquierda primermundista, de que toda la inmigración es buena, sin matices, y que oponerse equivale a poco menos que a un delito de odio.

Sin embargo la realidad es que Dios está en los detalles. Ni toda la migración es buena ni es toda mala. Lo importante es saber discriminar, separar la paja del trigo, y diseñar una política migratoria orientada a proteger los intereses de la nación, sin ejercer la empatía excesiva, masoquista, patológica e irresponsable, que se promueve desde la izquierda, ni a cerrarse a las oportunidades que la crisis en Venezuela le puede ofrecer a Uruguay en materia de política migratoria.

Migrantes Legales y Tráfico de Personas

Primero que nada es importante distinguir lo que es la migración legítima de la ilegal, estos son procesos distintos y que deben ser abordados de acuerdo a sus diferentes características.

El reciente decreto de presidencia garantizando la residencia legal a los migrantes ilegales, está orientado a la situación de éstos, no a la de los migrantes legítimos que ingresan al país regularmente. La cobertura mediática sin embargo, contribuye a confundir las cosas, al no establecer la diferencia.

Los migrantes ilegales, a los que el decreto envía para ser «atendidos» por el MIDES, ingresan al país en muchos casos traídos por redes criminales de tráfico de personas, las cuales operan tanto en Europa como en Estados Unidos vinculadas a ONGs de la izquierda neomarxista. Ésta, forma parte integral de las redes, manejando campañas de «relaciones públicas», blanqueamiento de la migración ilegal como la que se está aplicando ahora en Uruguay y «colocando» a los migrantes en los países receptores (ejemplo). Estas redes también suelen estar vinculadas a las de tráfico internacional de armas y narcóticos.

Lavado de Migrantes

Uruguay viene siendo sometido a una campaña de estas características desde este verano. A estos efectos, se reiteran las mismas falacias argumentales en pro de políticas de fronteras abiertas típicamente utilizados en el primer mundo: que Uruguay «necesita gente que trabaje», que «es un país envejecido», que oponerse a cualquier tipo de inmigración (legal o ilegal) «es xenofobia», etc.

A su vez, se produce propaganda audiovisual de manipulación emocional, buscando que el residente local «empatice» con el migrante y apoye irreflexivamente la política de fronteras abiertas, sin distinguir la migración legítima de la ilegal, y desconociendo tanto la realidad del tráfico de personas como la inmensa experiencia internacional de la izquierda para movilizar políticamente a los inmigrantes como «minoría» en contra la población local. Tanto elementos del Frente Amplio como de algunos sectores del Partido Colorado están participando activamente de esta campaña.

Los migrantes y el crecimiento del aparato clientelar del MIDES

La izquierda ha sido exitosa (porque nadie la ha cuestionado) en fijar el tono del debate sobre migración, imprimiéndole la necesidad de actuar con urgencia, desde el emocionalismo y la empatía, al mejor estilo del telemarketing.

Forzando una resolución irreflexiva del tema, se logra evitar que el ciudadano uruguayo cuestione por qué debería hacerse cargo con sus impuestos de planes sociales otorgados a personas que llegan traídas por redes criminales vinculadas a ONGs de la izquierda.

La discusión sobre el tema en el primer mundo, ya se aproxima al consenso de que «ayudar» a los migrantes ilegales permitiéndoles permanecer en el país de destino, es garantizar a los traficantes de personas el éxito de sus operaciones. En Uruguay, lamentablemente, la discusión mediática sobre el tema parece más una bajada de línea para anestesiar al paisano, que un debate político.

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