Ayer una amiga antifeminista me comentó su molestia por algunos comentarios de integrantes de Varones Unidos que tomaron la costumbre de agraviar a las feministas llamándolas feas y gordas. Si bien entiendo la expresión del rechazo que todos sentimos ante una ideología que nos agrede de las formas más perversas que es capaz de concebir, creo que en este caso la crítica de mi amiga es válida por varias razones:
- Insultar como «gordas feas» a las feministas se refleja negativamente en nuestra imagen. Reforzando el discurso feminista de que somos toscos y violentos.
- Genera rechazo en las propias mujeres anti-feministas que son nuestras aliadas naturales, a nivel social son «nuestras» mujeres y por tanto deberíamos cuidar como si fueran una más de nosotros o mejor aún.
- Es una expresión falaz. Un ataque ad hominem, es decir, dirigido a la persona y no al argumento o la idea que la persona expresa.
- Nuestro enemigo no es la mujer, ni ninguna persona, sino fundamentalmente la ideología que ha poseído a esa persona y las estructuras de poder que la promueven.
- Genera una identificación entre las mujeres que han sido agredidas de esta forma previamente con las feministas. Haciendo a la causa feminista más simpática para ellas.
No me engaño y sé que muchos van a seguir haciéndolo, y quizás respondan a la publicación en Facebook con fotos de las feministas más gordas y feas porque no nos gusta que nos digan lo que podemos o no podemos hacer; pero sería bueno detenernos un momento a pensar si estamos haciendo algo positivo por nuestra causa o si estamos – como tantas veces le ocurre al feminismo – haciendo una catarsis contraproducente.