Las políticas socialistas han resucitado hace unos años “casualmente” al mismo tiempo que el feminismo radical y así como promueve privilegios para la mujer por ser mujer, les quita al varón por ser varón. Estas políticas ya no son de reivindicación social, sino omniabarcativas que implica una reingeniería social de la historia, de la cultura, de la sociedad, de la economía y por supuesto, de la política.
Con el correr de los últimos años este movimiento feminista ha convertido la clásica lucha de la mujer en solo una lucha de noble apariencia. Se ha buscado instalar una discriminación al varón heterosexual que concibe como “discriminación positiva” por una cuestión sexual “natural” de que ven a toda persona de sexo masculino heterosexual en ventaja y privilegio respecto a toda persona de género femenino. En verdad de género y no sexo porque ahora hay que sumar a los LGBT+, la cual es oprimida y estaría en desigual condición social que aquellos.
Una generalización que por correrse políticamente tanto a la extrema izquierda corre el riesgo de cristalizarse cada vez más y tratar a todo ser masculino heterosexual que anda por la vida con su “correspondiente estado de privilegio y ventaja” ante los ojos del Estado, lo cual llegaría a ser una falacia que termina constituyendo un tremendo Sesgo cognitivo (Kahneman y Tversky, 1972), y que influye en la forma de ver la realidad del sujeto.
¿Entonces sigo interrogando al lector si es que estamos frente a una caída de la masculinidad o frente a un avance de un feminismo con cosmovisión ideológica? ¿Cómo es posible plantear “una caída de la masculinidad” como tal? Acaso, ¿la mujer desea que el hombre pierda su masculinidad? Libros con títulos como “La internacional feminista” o “La potencia feminista (o el deseo de cambiarlo todo)”, “Constelación feminista”, “Una lectura feminista de la deuda” (al FMI), “Ciudad feminista” o capacitaciones en “Economía feminista” (como si hubiera una economía según el sexo o género) entre tantas otras obsesivas oleadas de publicaciones de sesgo feminista nos lo dicen todo. El feminismo de hoy es marxista, y cabe la afirmación al revés, el marxismo de hoy tiene cara de mujer, porque se ha apropiado de la noble causa feminista para trepar al poder.
La palabra es trepar y no ascender porque así es, lo quiere fácil y rápido y no importa a que varón perjudique en la “revolución” porque total es varón hetero, y por definición tendría privilegios. La mujer, sin embargo, por definición no tiene nada en sí misma que le impida progresar en la sociedad actual, han inventado conceptos sociales como el “Techo de cristal” (abordado por múltiples feministas, en Argentina, dos de ellas Irene Meler y Mabel Burín) que derivan todos del proyecto utópico de terminar con aquella “desigualdad” social de la que “la mujer”, así en abstracto, no podría salir de esta situación sin la ayuda de un Estado dándole una mano de privilegio, y como si el varón no tuviera desigualdades, ni hubiese tenido que cargar con ese “patriarcado” a las espaldas durante siglos hasta el día de hoy, como si la mujer no tuviera ventajas respecto al varón en ese patriarcalismo que tanto acusa.
Para el feminismo radical todo depende principalmente de las categorías de sexo/género, que terminan dividiendo en sexo malo y sexo bueno, sexo opresor y sexo oprimido, sexo explotador y sexo explotado, en lugar de proletario y burgués. Pero los datos y estadísticas en diversas áreas de la ciencia contradicen muchos beneficios y privilegios de que gozan las mujeres y los sacrificios del varón a lo largo del pasado y del presente. Todo consiste en ocultar lo que no confirma y cierra en la ideología y exaltar lo que sí, por lo que se ha transformado más en marketing político que en ciencia, más en relatos que en datos.