Hace tiempo que en los ámbitos académicos de Argentina se está gestando la idea de que la masculinidad está en crisis y hay que deconstruirla, una especie de mansplaining (Rebecca Solnit, 2008) pero al revés, un “women planning”. Esta idea no viene de autores o intelectuales nacionales, sino que es una política de estilo globalizada, internacional, podríamos decir parte de una “Globalización cultural” que hoy está de moda.
Recuerdo un seminario de psicología al que asistí, una profesora y operadora judicial llegó a plantear que “estamos frente a la caída de la masculinidad” ante lo cual nadie se animó a debatir o poner en cuestión, y esto sucede porque existen muchos sesgos respecto a este tema y sus orígenes. Esto sucede a diario en todos los ámbitos de educación y trabajo, y hay desorientados teóricos o estudiosos de otras áreas con conocimientos parcializados.
Estamos actualmente y ya hace unos 10 años aproximadamente frente al auge o avance del feminismo radical que así lo quiere, una caída del sexo masculino, ellas dicen “del patriarcado”, “del machismo”, etc., pero eso ¿no implica esta caída de la masculinidad? ¿Debemos transformarnos en Homo sapiens y volvernos a construir? ¿O en aquel ser ideologizado al que se llamó Homo Sovieticus? (Aleksandr Zinóviev, 1982). El avance de este movimiento irremediablemente implica tomar de enemigos a muchas personas. Y es el feminismo, no “la mayoría” de las mujeres. Se puede considerar una posición noble el estar a favor de un modelo de mujer en iguales condiciones, “activa”, “trabajadora”, “madre” y “compañera” que camine al lado del hombre buscando juntos soluciones que apunten a afianzar la pareja, es decir buscar el bien común (pero si alguna mujer desea vivir al estilo tradicional, que el hombre sea el que trabaje y la mujer en casa, ¿quién es otro de afuera para venir a atacarla y decirle que esa pareja está equivocada?).
En este movimiento del que estamos siendo testigos, no se observa ninguna búsqueda del bien general, hay ataques, hay división social, construyeron un enemigo y lo desean instalar por la fuerza como único modelo posible, por lo tanto, es un feminismo violento con aristas de totalitarismo. Como si fuera poco eliminaron con esta política la posibilidad del desarrollo de otra versión opuesta del feminismo, que era el que más se acercaba a la verdad científica, a una psicología del ser y su respeto por la individualidad.
Contradicciones internas y externas
Por otro lado, tiene objetivos y entendimientos de la realidad poco claros entre sus propias filas porque, hay que decirlo, hay contradicciones graves dentro de este discurso que ha construido enemigos simbólicos y concretos a la vez como así un sistema moral de observación (o vigilancia) para que, sin importar más, le caiga a quien le caiga y divida la sociedad en dos bandos, género bueno y género malo.
Un claro ejemplo de contradicciones son las modificaciones en el lenguaje con los artículos con género pero también los sin género, en lo cultural la promoción de concursos de belleza masculina y la censura de los femeninos, etc. Al margen de que existen diferencias entre autoras y filósofas feministas sobre lo que debe ser el objeto de lucha del feminismo, existe una disociación entre la “teoría” y los movimientos de reivindicación que expresan esa “teoría”. Pero algo sí está claro para todo el público.
El feminismo se ha transformado en un discurso violento socialmente justificado que no se hace cargo de sus consecuencias negativas, que como contiene muchos sesgos subjetivos, y es colectivizado por intereses políticos, arrasa con los derechos de muchos varones, o arrasa con la masculinidad misma hasta límites aún insospechados, como por ej.: a tener y mantener el trabajo, a ser padres equitativamente, a ser iguales ante la ley, o a obtener los mismos beneficios sociales cuando está en las mismas condiciones que la mujer. Lo más llamativo es que sus representantes y militantes identificadas con este feminismo no admiten ni las contradicciones, ni la violencia ni el uso impuesto desde la política o bien lo justifican todo. Síntoma de ello es que cuando una mujer violenta a un varón suelen buscar la justificación que les cierre a la ideología.
Pero como la realidad siempre gana, a nivel social suelen ser casos resonantes y dan prensa ¿Por qué? Porque contradicen el relato hegemónico feminista de “la mujer víctima de todo” que representa el prejuicio del englobamiento de esa lucha contra todo un sistema que sería el opresor de todas las mujeres. Entonces cuando estos casos son juzgados con condenas efectivas a las imputadas, los movimientos feministas suelen intentar lo que se denomina sesgo de confirmación (interpretación que confirma una preconcepción) que confirma la propia creencia, de que la asesina igualmente sigue siempre siendo víctima, porque está dentro de este supuesto sistema de opresión.
No pueden salir de lo ideológico, porque todo el tiempo intentan tergiversar datos y estadísticas para que todo cierre. Si bien manejan datos algunos ciertos, el error que tienen es en la interpretación de la realidad, y es debido a la ideología como conocimiento cristalizado de la misma.