Siguiendo los anteriores artículos, ahora vienen dos datos paradójicos de esta “inversión” que el feminismo intenta en la masculinidad: El primero, la masculinidad como figura siempre ha representado un modelo tanto para hombres como para las mujeres. Pueden ser como figuras de autoridad, de un ideal, de moral, etc. que pueden ser la persona de un maestro, un profesor, un padre, un tutor, o alguien que está por encima en el nivel generacional.
En realidad no hay distinción de sexo ni género en esto. El mismo se constituye ya sea por la experiencia, por el estatus, por el poder, por el tiempo, por el estudio, procesamiento de información durante más años, constituye una fuente de saber, de conocimiento, y por ello tiene más probabilidades, por así decirlo, de ser un modelo. Pero ahora el feminismo, independiente de ello, lo cuestiona, lo reprime, lo censura, lo señala, le dice que todo lo que usted vino haciendo en el pasado está mal y no sirve, en palabras feministas debe destruirse y volver a construirse, es decir “deconstruirse”(1), por lo cual el sexo masculino heterosexual sería una especie de mal nacido que debe renacer de alguna manera porque está todo mal hecho, es un ser “mal educado”. Es curioso que no destaquen nada bueno del rol del varón como productor y protector de su familia y la sociedad, o sus sacrificios históricos.
Más bien los quieren voltear mediante la revisión histórica descontextualizada, solo se avanza sobre casos malos cuando hay varones que atentan contra su propia familia o contra mujeres y con ello pareciera que desean borrar toda la historia y reescribirla en “clave feminista” o socialista. Lo que provoca esto es una política de la generalización, del prejuicio (Arendt) y se incentiva deliberadamente con ello una política de confirmación de esos prejuicios ideológicos en la sociedad, entonces se cae en sesgos de confirmación, sin importar a quien le pese o haga daño.
Sucede que intentar cambiar algo tan grande, de la noche a la mañana, como lo han intentado muchos socialistas derivados en tiranos dictadores a lo largo de la historia del siglo XX, constituye una revolución en la que siempre hay caídos, en sentido simbólico y real.
La clase política ¿no constituye un patriarcalismo?
El segundo dato paradójico es que aquella figura modelo la puede encarnar un padre de familia pero también un político! Resulta que esta última figura es mucho más grande. La misma influye en mucha más cantidad de personas, pero desde la figura del ideal es la misma posición, con la diferencia que uno influye en el otro como modelo. Desde un nivel público al nivel privado, desde arriba hacia abajo en la jerarquía, y aquí no existe igualdad ni de condiciones ni de jerarquía en la imposición de ideales, porque en este modelo feminista el ideal viene de arriba.
Cabria el interrogante de ¿por qué no hay cuestionamientos ni intentos de formular deconstrucción de esta clase, o al menos aplicar las mismas pretensiones que para con un varón heteropatriarcal cis capitalista de clase media? ¿Acaso un político hetero cis socialista vendría a representar lo contrario? Aquí no existe la inversión feminista de la carga de la prueba de que “todo varón es culpable hasta que se demuestre lo contrario” cuando al político ideológicamente alineado se le imputa de algo similar que a un trabajador varón común y corriente. ¿Por qué? Si la historia del socialismo tiene largo prontuario en el Siglo XX de instalar regímenes totalitarios de poder, con violaciones de derechos civiles, miseria económica, social y cultural sin autocuestionamientos ni arrepentimientos.
La verdad es que un político también representa este modelo, como todas las figuras de poder y enseñanza en cualquier ámbito. Sin embargo, la figura del político alineado en Argentina no se la cuestiona. Por lo tanto, la división social está marcada en amigos y enemigos que cada vez más, se tiende a “creerle”. Es un sentir sin datos, sin conocimiento de los hechos, se confía en su palabra, en su discurso de campaña, en lo que muestra el marketing político, y si está cuestionado se lo defiende a muerte por una cuestión de creencia o apego sentimental. A la vez que desde el mismo poder, en una línea de arriba hacia abajo, se promueve el personalismo para que se deposite esa confianza (y si les es posible, alabanza), así, la oferta y la demanda política se complementan perfecto.
En Argentina más que ningún otro país con tanta corrupción e impunidad, creer en el político sin datos ni pruebas es darle poder, y como dice el dicho “creer es poder”, pero para ellos.
(1) El concepto “Deconstrucción” es la traducción que propone Derrida del término alemán Destruktion, que Heidegger emplea en su libro Ser y Tiempo.