En medio de constantes reclamos feministas por igualdades, se puede observar una ignorancia histórica en el tratamiento de mucha información. Los denominados “privilegios patriarcales”, que serían de tiempos remotos, chocan con la cruda realidad.
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La imagen que acompaña el texto, que corresponde a 1931, es una muestra de un trabajador que luego de 14 horas de trabajo en una mina, a 85 metros de profundidad, se encuentra sacándose el carbón de su cuerpo. Desde los doce años trabajan los varones, mientras las niñas y mujeres se quedaban en sus hogares para tareas domésticas.
Mientras la fría estadística de la época señalaba que 1 de cada 8 niños no alcanzaban la vida adulta debido a accidentes, explosiones y derrumbes dentro de las minas. Aquellos que sobrevivían quedaban sordos, por las explosiones utilizadas para romper las piedras, ciegos, por trabajar casi en la oscuridad completa, deformados o amputados, baldados y hasta con enfermedades pulmonares gravísimas.
Nunca se conoció a una feminista solicitando igualdad de oportunidades para trabajar en las minas de carbón de la época. Hoy el reclamo se centra en ocupar lugares de poder, pero no tomar el puesto de los varones donde se deja la vida para el sustento de la familia.
