La era de las constantes aventuras militares de los gobiernos pasados se ha terminado.
Esto es lo que surge del discurso de la jefa de estado del Reino Unido, Theresa May, luego de su reunión con Trump y del último discurso sobre seguridad exterior que el propio presidente estadounidense ha realizado durante una ceremonia en El Pentágono:
«Nuestra fortaleza militar no será cuestionada por nadie. Pero tampoco lo será nuestra dedicación a la paz» Donald Trump
Secuelas del intervencionismo militar y la parasitación corporativa del gobierno
El aventurismo de los últimos cuatro gobiernos, aunado a un declive en el interés de invertir en este rubro durante la era Obama, han dejado la situación de las fuerzas armadas estadounidenses en condiciones menos que óptimas, si bien todavía es una superpotencia indesafiable en este ámbito.
Las finanzas estadounidenses además, se encuentran en muy malas condiciones. Sumado a un profundo déficit estructural, la deuda externa de Estados Unidos fué prácticamente duplicada por los dos gobiernos de Obama, ascendiendo actualmente a 19 trillones de dólares, más del 104% del producto bruto anual.
En comparación, las finanzas de China, por ejemplo se encuentran en mucho mejores condiciones, con una deuda de apenas 4,3 trillones de dólares representando un 41% del PBI anual.
El poder militar en la era del arte del trato
Trump buscará entonces reforzar el poder militar, el aspecto en el que su liderazgo internacional es incontestable. Pero no lo hará solamente con un fin disuasorio, sino también para mejorar su posición negociadora, en particular frente a China, y obtener mejores acuerdos comerciales.
Sin embargo y a pesar de este foco en el poder militar, intentará evitar en tanto le sea posible la intervención militar abierta, prefiriendo siempre el uso del poder militar para ejercer presión y facilitar la negociación de acuerdos comerciales.