A diferencia de lo que algunos creen, el marxismo no fue derrotado completamente con la caída de la Unión Soviética a fines de los 80s. En occidente se ha reconvertido, cambiando los viejos reclamos por los derechos de los trabajadores del marxismo clásico, por los reclamos de todo un arcoiris de «minorías oprimidas»: las mujeres, los homosexuales, las minorías raciales, religiosas.
La teoría neomarxista
El neomarxismo toma la dicotomía burguesía – proletariado, la generaliza a opresor – oprimido y la aplica maniáticamente a toda una serie de relaciones sociales: Hombres – Mujeres, Heterosexuales – Homosexuales, Blancos – Negros, Cristianos – Musulmanes. Le asigna a uno de los componentes de esta dicotomía el rol de opresor y al otro el rol de oprimido.
Al igual que con el marxismo clásico, el valor de la igualdad y el de la justicia, pasan de ser la búsqueda de un equilibrio a ser la transferencia unidireccional de poder de personas agrupadas en una clase catalogada como «opresora» a quienes integran la clase considerada oprimida. Esta sustitución reduccionista empuja a la ideología hacia el extremismo.
A diferencia del marxismo clásico sin embargo, el neomarxismo no se centra en mejorar la condición de la clase trabajadora. Es más, en gran medida la desprecia por no entender la relevancia que para ellos tienen el feminismo, la ideología de género y la política de identidades.
La cultura neomarxista
El corazón demográfico de su apoyo ideológico son las masas de estudiantes universitarios desocupados, de clase media y alta, e integrantes de al menos una de estas minorías protegidas: mujeres, LGBT, o minorías étnicas. Los hombres, siendo jóvenes y solteros muchos terminan plegándose detrás de las mujeres.
En gran medida se trata de la misma demografía en que vivió, en los 60s, la cultura hippie y salvando las distancias, la cultura neomarxista (chaira, progre) es la heredera autoritaria de la cultura hippie de los años 60.
La práctica neomarxista
Sujetos revolucionarios
El neomarxismo al igual que el marxismo clásico, no es un movimiento espontáneo, sino una construcción que parte desde la teoría hacia la práctica. Por esta razón, necesita crear y organizar a sus «sujetos revolucionarios»: las personas encargadas de poner en práctica la transferencia de poder de la que hablamos más arriba.
La estructura en la que se basaba el marxismo clásico, eran los sindicatos. En estos se llegaba a los trabajadores, se los formaba, organizaba y se dependía de ellos para utilizarlos políticamente llegado el caso.
La utilización de las universidades para el adoctrinamiento ideológico
El neomarxismo, surgido en las universidades, abandonó a los trabajadores como «sujetos revolucionarios», y se centró en los estudiantes, convirtiendo a las universidades en verdaderos centros de adoctrinamiento ideológico.
Si posee espíritu crítico, usted se preguntará – y con razón – por qué los ideólogos más importantes en los que se basa la teoría neomarxista como Michel Foucault forman parte en el plan de estudios de la carrera de Arquitectura de la UdelaR, por dar un ejemplo. Bueno, aquí tiene el por qué. )
La batalla cultural
Otra componente clave de la praxis neomarxista es la desestabilización cultural de la sociedad occidental (los neomarxistas se refieren a esta como «la batalla cultural«). Quizás lo más nocivo y potencialmente catastrófico de este aspecto de la práctica neomarxista, es que plantea la destrucción de todas las inmensamente ricas tradiciones culturales de occidente como objetivo revolucionario.
Con esto, en gran medida se está emulando la «revolución cultural china», un proceso genocida tanto desde el punto de vista biológico como cultural, mediante el cual el dictador comunista chino Mao Zedong, intentó erradicar la milenaria tradición cultural china y sustituirla con construcciones ideológicas comunistas.
La ideología de la soberbia…
La hegemonía neomarxista en los centros de educación superior ha generado un efecto de expansión ideológica inusitado hacia las clases medias y altas, que adhieren practicamente por consenso a la ideología neomarxista que se les inculcó en la universidad.
Para la clase media y alta, la afiliación ideológica al neomarxismo no es tanto una cuestión de convicción, sino en gran medida un indicador de status, una marca de superioridad cultural, y una forma de mostrar que se está alineado a la élite que ostenta el poder.
Esta característica del neomarxismo es quizás la que más lo acerca al viejo establishment político de la derecha, ( en las últimas elecciones estadounidenses votaron juntos por Hillary y en contra de Trump ).
… y la decadencia
Esto explica por qué, y con buen juicio, quienes entienden por izquierda al marxismo clásico, tienden a entender como «de derecha» al neomarxismo y el nombre que le damos les rechina, pero el neomarxismo no surge de la teoría liberal ni conservadora, surge de la teoría y las tradiciones políticas de la izquierda marxista, que olvidando su identidad, acabó conquistada por aquello que pretendió conquistar.
Este es un breve resumen de un asunto complejo, si te interesa conocer más sobre la génesis del neomarxismo, te recomiendo leer «El libro negro de la nueva izquierda» de los escritores argentinos Nicolás Márquez y Agustín Laje.