Como saben, estamos basados en Uruguay. Aquí, hace cuestión de un mes, se presentó un proyecto de ley de violencia de género gravemente desafortunado: misándrico y discriminatorio contra el varón. En respuesta a esto, varios de los que integramos el movimiento nos sentimos llamados a comenzar un diálogo con parlamentarios y políticos en general acerca del tema.
Tenemos un problema
Algunos, como yo, es la primera vez que entramos en conversaciones certeras con quienes se encargan de la política en Uruguay, por lo que me parece interesante tomarme un tiempo para compartir con ustedes las primeras impresiones que personalmente me he llevado.
No veo en ellos una actitud explícitamente arrogante. Lo que me ha chocado es que – en todos los partidos por igual – existe una creencia perturbadora: creen que la causa del grueso de los problemas sociales, está en una falta de indoctrinamiento del pueblo.
Desde los femicidios, hasta las riots del Marconi. Todo es culpa de gente con problemas de conducta. Y la solución para todo es la misma. Actuar no sobre la ley o brindar herramientas que permitan canalizar la agresividad de formas saludables, no está de moda. Las soluciones que muchos están pensando, tienen que ver con actuar no sobre las instituciones, sino sobre el ser humano para moldearlo al servicio del estado y de los intereses que controlan el poder político.
Elitismo e Hipocresía
De más está decir que esta postura es elitista, antidemocrática y antiliberal, además de hipócrita, ya que se opone a lo que prácticamente todos concurren en afirmar en época electoral. Pero es la actitud preponderante entre quienes he tenido la oportunidad de interactuar.
Dadas estas circunstancias, es fácil ver cómo el adoctrinamiento feminista es recibido con total naturalidad por el sistema político. Incluso por aquellos partidos como el Blanco y el Colorado, que se ponen un palo en la rueda al promover una ideología de género abiertamente anti-capitalista que les inclina el electorado en contra.
Este imperativo adoctrinador de la política es algo que trasciende a los partidos, por lo que no debemos engañarnos de que este problema es exclusivo del partido que ocupe el gobierno. Es un cáncer que afecta a todo el sistema político. Si queremos vivir libres, seguir siendo capaces de formar familias, tomar decisiones libremente y criar a nuestros hijos sin que la política intervenga en lo más íntimo de su desarrollo personal, deberemos hacer algo más que seguir eligiendo el mal menor cada cinco años.