El escritor Jon Birger dejó bien en claro cuál es el principal problema que tienen las feministas burguesas cuando luego de un largo período de soltería militante, llega el momento de sentar cabeza y casarse: no encuentran marido acorde a lo que ellas sienten que merecen.
Altas expectativas
Una de las razones por las que esto ocurre, es la virtual erradicación de los hombres de la educación superior. En Uruguay, por ejemplo, los hombres representan cerca del 50% de los alumnos de primaria pero solo llegan al 33% en la educación superior, gracias a una cultura misándrica que los empuja al trabajo remunerado antes que a las mujeres.
A esto se suma, que los pocos hombres que logran completar la educación superior y ser exitosos en sus carreras, razonablemente consideran poco atractivas a mujeres que han pasado hace años el ápice de su atractivo físico, y alojan una percepción exagerada de su valor como pareja, alimentada por el constante desprecio mediático hacia los hombres y su credulidad ante los elogios interesados de hombres que pretenden sexo casual.
Este conjunto de factores, arroja a las feministas maduras en lo que ellas consideran «edad de casarse» tengan problemas para encontrar hombres interesados en ellas, que compartan su nivel laboral y educativo. Ese déficit del ‘varón universitario’ se da tanto en la ciudad como en el campo.
Una solución: reducir la exigencia
Pero no es necesario entrar en pánico y casarse con una misma. Hay muchos hombres solteros interesados en este perfil de mujeres para relaciones serias. El problema es que la mayoría de estos varones solteros están en la clase trabajadora y eso no entra en la categorización de ‘potable’ para gran parte del feminismo burgués, cuyas pretensiones maritales están entrando en conflicto con la realidad.
FUENTE: Vice