Se trata de un libro de la editorial Santillana, donde se la define como aquella ejercida por “el sexo opuesto”. Esto generó el enojo de las perpetuamente iracundas feministas, que salieron a presionar a la editorial para impedir la posibilidad de que se conciba a la mujer como agresora con motivo de género.
Un libro de la ESO de Biología y Geología dio a conocer una definición correcta y no-discriminatoria de violencia de género, en la cual se admite la posibilidad de que una mujer ejerza la violencia contra un varón motivada por las diferencias de poder generadas por los roles de género.
Las feministas aducen a que esto se contradice con la Ley de 2004 (ratificada recientemente en la jurisprudencia), en la que lograron imponer una definición sexista de la violencia de género análoga a la contenida en el proyecto de ley de violencia de género a estudio en Uruguay, que solo admite víctimas femeninas y agresores masculinos. No le brinda protección a las personas, sino exclusivamente a las mujeres, dejando a los varones víctimas de violencia por su condición de tales, excluidos de la protección de la ley.
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