Ayer, día 25 de octubre, el Congreso por iniciativa del partido Podemos amplió la aplicación de la Ley Integral contra la Violencia de Género a las mujeres fuera de la pareja. De esta manera cualquier conflicto entre hombre y mujer en cualquier contexto social podrá ser considerado como violencia de género, con el especial régimen de sanciones diferenciadas, severísimas y desproporcionadas que este tratamiento implica contra los hombres, aumentando el grado de iniquidad favorecido por la LIVG exponencialmente.
En efecto, el delito de autor basado en el hecho de pertenecer al sexo masculino se convierte de esta manera en una espada de Damocles que pesa sobre la cabeza de cualquier hombre de este país, en caso de verse envuelto en un conflicto con una mujer. Se ha dado otro duro golpe a los derechos humanos al destruir la igualdad de los dos sexos ante la ley, según un modelo de desigualdad en el que los hombres somos ciudadanos de segunda categoría, discriminados por leyes misándricas nacidas del feminismo de género y por extensión del feminismo radical.
El hembrismo institucionalizado avanza con la opresión y violencia contra los hombres que representan sus leyes injustas, apoyado por la complicidad de las instituciones y mayoría de organismos internacionales, pero la constatada incapacidad de los hombres para defendernos como grupo sexual unido frente a estos abusos ha favorecido esta nueva injusticia. Para cualquier persona igualitaria no existe consenso posible con una ideología sexista como es el generismo, la única opción es apartarlo del poder y anular todas sus infamias definitivamente. Pero mientras esto se logra para nuevos abusos y discriminaciones estemos preparados.