Como todo el mundo que sabe algo del tema o se ha acercado a él (en la Guerra Civil Española) la miliciana pasó por varias fases en su consideración.
Una inicial de glorificación y exaltación propagandística, una de poner los pies en el suelo y otra de desprestigio, para volver actualmente, después de más de medio siglo y un nuevo brote de euforia feminista, a volver a ser glorificada y mitificada. Tanto que hay otra vez que volver a desmitificar un tanto el asunto.
Las milicianas de la Guerra Civil Española
La miliciana como combatiente en plano de igualdad con los hombres, a parte de durar pocos meses (los comunistas estalinistas, a pesar de su natural igualitarismo, sobre todo a partir de Negrin, pusieron las cosas en su sitio con el tema de la mujer) fue un desastre además de un estorbo, una puta de exaltado idealismo bolchevique uterino que se dedicó a propagar la gonorrea en las trincheras, cuando no, a perder las manos jugando con explosivos como la famosa Rosario Sánchez Mora, «la dinamitera» a la que Miguel Hernández le hizo un poema.
Por ahí podemos ver muchas fotos de estas cunts con fusiles al hombro, alguna de las cuales no dispararon ni un solo tiro. Un ejemplo de esto es la famosa Simone Weil, una pacifista convencida que escuchaba un tiro y se ponía a llorar, sin embargo se alisto a columna Durruti. Y que quede claro que no estoy tratando de menospreciar el arrojo y la valentía de muchas mujeres, pero menos lobos caperucita en cuanto a las mitificaciones.
En los comienzos de la guerra el ejército popular no era más que una banda que en nada se diferencia del ejército formado por el famoso Espartaco en las famosas guerras serviles, en el que también habían algunas mujeres sobre todo germanas o de las Galias según nos cuenta Plutarco, las cuales acabaron crucificadas adornando toda la vía Apia junto a sus compañeros por orden de Marco Licinio Craso.
Pero volvamos a las milicianas. En estos inicios de la guerra, algunas mujeres, tampoco en gran número que esto es otra cosa que se magnifica, pues decidieron unirse a la fiesta con rojo furor uterino feminista junto a sus maridos e hijos, pero en octubre de 1936, (tres meses después de comenzada la guerra) Largo Caballero, ministro de la guerra en el gobierno republicano del frente popular entonces, aprobó una serie de decretos militares que ordenaban a las mujeres dejar el frente; en diciembre del 36 se enviaron mensajes a los centros de reclutamiento de combatientes en el extranjero para que no dejaran alistarse a mujeres.
Entre Estalinistas
Los estalinistas, ya desde el mes de septiembre desarrollaron una campaña a fondo con la consigna «los hombres en los frentes de combate, las mujeres a la retaguardia» imitando a sus oponentes nacionalistas.
Ya Stalin había bajado un poco los entusiasmos femeninos bolcheviques de los inicios de la Revolución rusa dentro de su filosofía igualitarista. Los bolcheviques siempre han utilizado a la mujer políticamente y dentro de su política igualitarista han mostrado muchas veces cierta ambigüedad, es difícil ir contra la naturaleza de las cosas.
Estas disposiciones del gobierno de la república no gustaron a muchas entusiastas cunts, se alistaban en las milicias del POUM que no seguían las directrices de Stalin y aun mantenía mujeres en el frente.
Como explica Mika Etchebéhère, capitana de una columna del POUM, dos milicianas que pertenecieron a la Columna Pasionaria (estalinistas) decidieron abandonarla para ir a la de Mika porque según decía una de ellas, Manuela,
«Soy de la columna ‘Pasionaria’ pero prefiero quedarme con vosotros (con el POUM). Aquellos nunca quisieron dar fusiles a las muchachas. Sólo servíamos para lavar los platos y la ropa (como está mandado). He oído decir que en vuestra columna las milicianas tenían los mismos derechos que los hombres, que no lavaban ropa ni platos. Yo no he venido al frente a morir por la revolución con un trapo de cocina en la mano.»
Pero como será la cosa que hasta el POUM claudicó declarando que las responsabilidades masculinas y femeninas en la guerra debían ser distintas y que el lugar adecuado para las mujeres no estaba en el frente de combate.
Entre Anarquistas
Y las anarquistas tuvieron que dar su brazo a torcer igualmente. En la revista de «Mujeres libres», feministas anarquistas, escriben: «»La mujer… comprendió que las escaramuzas callejeras distan mucho de parecerse a la lucha metódica regular y desesperante de la guerra de trincheras. Comprendiéndolo así y reconociendo su propio valor como mujer, prefirió cambiar el fusil por la máquina industrial y la energía guerrera por la dulzura de su alma de MUJER… ha sabido imprimir al grosero ambiente de la guerra la delicada suavidad de su psicología femenina….»
La expulsión absoluta de las mujeres en roles de combate
En mayo de 1937, con Negrín en el gobierno, la expulsión de la mujer ya fue absoluta además de militarizar regularmente al ejército popular. Claro esto produjo muchas divisiones internas en este sentido, porque había muchas mujeres que no estaban conformes con esto y seguían en sus trece.
El PCE utilizó todas sus fuerzas para que los decretos militares se cumplieran, hasta el punto de enviar a los frentes a sus mejores «negociadores» como explica María Solana, miembro de la JSU «Dolores Ibárruri, Pasionaria, vino al frente a decirles a las mujeres que su sitio estaba en la retaguardia, donde podían ser más útiles para el esfuerzo bélico.
Llegaron camiones para llevarse a todas las cunts encarnadas. Todo esto muestra la insanía, los problemas, la ambigüedad de discurso y la imposibilidad de la igualdad que los bolcheviques predican.
Es tan ambiguo el discurso que hasta en el carnet del AMA (Asociación de mujeres antifascistas) del PCE rezaba una inscripción que parece lanzada por un obispo en una homilía dominical:
«la característica de la mujer, es su espíritu de construcción y su amor maternal; y la guerra y el fascismo, suponen la destrucción y el odio. La guerra le destruye el hogar que creó con tanto cariño, le asesina su compañero, a su hijo.»
Mientras tanto en el bando nacionalista las mujeres, todas a una como fuenteovejuna, con un espíritu de servicio encomiable desde el principio en la retaguardia, sin pretensiones, con el corazón generoso, eficaz en sus labores de auxiliar organizadas en sus respectivas secciones femeninas; los hospitales, los heridos,los niños, los huérfanos de guerra, la asistencia, el trabajo…. y su imprescindible colaboración de forma organizada y propia en su ayuda encomiable al esfuerzo bélico.