La ginocracia es un término que se utiliza para referirse a un sistema de gobierno en el que las mujeres tienen el poder y el control. La ideología que promueve ese sistema político-sexual se basa en el hembrismo o supremacismo femenino, la idea de que las mujeres son superiores a los hombres y que deberían tener el control de la sociedad. Desde una perspectiva masculinista, la ginocracia es una amenaza para la igualdad y los derechos de los hombres.
Cómo funciona una ginocracia
En la ginocracia, las mujeres toman todas las decisiones importantes incluyendo políticas públicas, leyes y regulaciones. Los hombres, por otro lado, son relegados a roles secundarios, trabajos manuales o técnicos y tienen poco o ningún poder en cuanto a las decisiones políticas que gobiernan la sociedad. Esto significa que los hombres no pueden tomar decisiones importantes para sus propias vidas y se ven obligados a seguir las órdenes de las mujeres.
Ginocracia y estigmatización de la masculinidad
Además, la ginocracia suele promover una agenda hembrista que busca erradicar la masculinidad y la identidad de género masculina. Se intenta hacer creer a la sociedad que los hombres son inherentemente malvados «de nacimiento» y que deben ser re-educados, extirpándoles mediante adoctrinamiento de género sus instintos y proclividades naturales, sustituyéndolos por una imposición de la vulnerabilidad emocional y la sumisión.
Los varones también son víctimas de discriminación en la ginocracia, ya que las mujeres tienen prioridad en el acceso a la educación, empleos y servicios públicos. Los hombres son marginados y se ven obligados a aceptar trabajos más riesgosos, incómodos, igual o peor remunerados.
Ginocracia y minimización de los problemas masculinos
En una ginocracia, donde las mujeres funcionan como administradoras de la sociedad, los problemas masculinos pueden ser ignorados o minimizados. A menudo se utilizan mecanismos como la misandria y la desechabilidad masculina para restarles relevancia. A continuación, analizaremos algunos ejemplos de cómo esto puede suceder en casos específicos de problemas masculinos:
Fraude parental:
El fraude parental, donde una mujer miente sobre la paternidad de un niño para obtener beneficios financieros, puede ser minimizado o ignorado en una ginocracia. Se puede argumentar que los hombres son responsables de la manutención de un niño independientemente de si son realmente los padres biológicos o no. Además, el sistema legal puede estar sesgado a favor de la mujer, lo que hace que sea difícil para los hombres luchar contra el fraude parental y obtener justicia.
Accidentalidad laboral:
La accidentalidad laboral es otro problema masculino que puede ser minimizado en una ginocracia. Los hombres tienen una tasa más alta de accidentes laborales debido a los trabajos peligrosos que realizan en comparación con las mujeres. Sin embargo, en una sociedad que minimiza la importancia de los problemas masculinos, se puede argumentar que los hombres sufren una mayor accidentalidad no por la naturaleza riesgosa de su empleo sino por su torpeza o propensión al riesgo innatas. Además, los empleadores pueden no tomarse en serio los problemas de seguridad en el lugar de trabajo si la mayoría de los trabajadores son hombres.
Suicidio masculino:
El suicidio masculino es otro problema grave que a menudo se minimiza en una sociedad ginocrática. La tasa de suicidio en hombres es mucho mayor que en mujeres, pero a menudo se ve como un problema menor que no requiere atención. Actitudes hembristas en una sociedad ginocrática avalan plantear que los hombres son inherentemente más violentos y agresivos, y por lo tanto son responsables de su propia angustia emocional. Además, los problemas de salud mental en los hombres a menudo son ignorados o minimizados debido al desprecio social contra los hombres que muestran debilidad o vulnerabilidad.
Es importante destacar que la minimización de los problemas masculinos en una ginocracia es perjudicial para todos. La igualdad de género no significa excluir o minimizar los problemas de un género en particular. En lugar de minimizar los problemas masculinos, debemos abordarlos de manera efectiva y justa, trabajando juntos para construir una sociedad en la que hombres y mujeres puedan vivir vidas plenas y satisfactorias.