El feminismo hegemónico, marxista, confabula el rechazo hacia el hombre con el rechazo hacia la propiedad privada, en un intento de reclutar a la identidad femenina como mecanismo de promoción de la adopción de los valores propios de la extrema izquierda.
De esta confusión surge el lugar común en la doctrina feminista, de que «la mató porque se sentía su dueño», que llamativamente a pesar de su adopción como dogma y mantra por las ciencias sociales posmodernas, no tiene respaldo empírico (es decir, fundamentación científica) alguno.
La diferencia entre el vínculo de posesión y de apropiación
Este mismo feminismo hegemónico, sanciona como «tóxicas» a las relaciones románticas, es decir, a las relaciones de pareja normales, no «deconstruidas» por el marxismo cultural.
El vínculo emocional de las personas en una relación de «amor romántico» no es un vínculo de posesión que podría ocurrir sobre un objeto, y que por ende está abierto a la venta o descarte del mismo, como establece en forma dogmática la ideología feminista. Al contrario, se trata de un vinculo de apropiación. Es decir, la persona objeto de amor es incorporada al Yo del amante, pasa a ser parte de lo que esa persona siente como propio, como parte de lo que esa persona es. El mísmo vínculo ocurre entre la madre y su hijo pequeño y por eso en ambos casos podemos hallar ejemplos que describen la separación, el cercenamiento de esos vínculos como un desgarro. Porque emocionalmente se vive así y se siente así, en la boca de una amiga «como si te arrancaran un brazo».
Establecida esta diferencia podemos ver por qué este vínculo de amor, lejos de favorecer la violencia, la previene. Salvo casos patológicos desgraciadamente cada vez más comunes de masoquismo y autoagresiones, es mucho menos probable que alguien, en particular un hombre, daño algo que siente propio, y menos aún a alguien que ama, que siente como parte de lo que él mismo es.
Entonces preguntará el feminismo, si esto es así, ¿por qué algunas separaciones acaban en tragedia?
Primero que nada hay que establecer que hay una percepción inflada de la frecuencia de estos casos. El total de «femicidios» en Uruguay es de solamente 30 casos anuales en unas 3.500.000 personas. Una mujer tiene 1 probabilidad en 58400 al año de morir asesinada por un hombre en una situación que las feministas consideren que puede llegar a interpretarse como propiciado por los roles tradicionales que ocupan hombres y mujeres en la sociedad. La probabilidad de morir a manos de un hombre durante una separación es todavía menor. ¿Por qué se cree tan común entonces? Por el efecto de la propaganda feminista, la atención desproporcionada que se les da a estos casos en los medios y las presiones de lobbies globales, corporaciones y organismos internacionales para que esto sea así.
¿Por qué ocurren este tipo de homicidios, si no es porque «las matan por creerse sus dueños»?
El hecho de que sean poco frecuentes no quita que ocurran algunos casos de este tipo y que sea relevante entenderlos para prevenirlos. Entonces ¿por qué ocurren algunos asesinatos de mujeres a manos de sus hombres?. Obviamente no hay una sola explicación y en cada caso el conjunto de razones será distinto, pero un factor llamativo es la cantidad de ocasiones en que el asesinato de estas mujeres en el contexto de una separación acarrea también el suicidio del homicida. Si, como establecimos previamente, el amor implica un vinculo de apropiación, y no de posesión como dictamina el feminismo neomarxista, la violencia contra la pareja es también violencia contra sí mismo, por lo que es esperable que el asesinato de la mujer se extienda hacia un suicidio.
El rol de la desvalorización masculina
Estas separaciones son conflictivas en la mayoría de los casos porque es la mujer la que quiere terminar con la relación, mientras el hombre quiere continuar con la misma. En cuanto a la valoración de las personas, esto implica que en la dinámica de la relación (opuesto a lo que afirma el feminismo) la mujer es valorada por el marido que quiere continuar contando con ella, mientras el marido es despreciado por la mujer al desear abandonarlo. Teniendo en cuenta que el hombre en esta situación ve su Yo reducido y la importancia de la mujer apropiada aumentada por la dinámica de la separación, lo esperable es exactamente lo que ocurre que el impulso suicida se desate contra lo que el hombre considera como la parte más valiosa de lo que él mismo es, en este caso su mujer.
El fracaso comprobado de las políticas feministas para prevenir los femicidios, era de esperar si operan sobre una percepción equivocada del fenómeno que aspiran a mitigar. Si los femicidios están mediados por el impulso suicida, flaco favor le hacemos a la sociedad con propaganda que apunta a promover el desprecio hacia el hombre.