Al ir desapareciendo las diferencias de derechos entre el hombre y la mujer, el movimiento feminista se enfrentó a su eventual irrelevancia. Víctima del propio experimento de igualación de lo naturalmente distinto que ha promovido, una vez que las diferencias de derechos entre hombres y mujeres se eliminaron, el movimiento se quedó sin razón genuina para existir.
Pero a esta altura, el feminismo se había convertido en un movimiento político internacional.
Machismo feminista
Ante esta situación, la única forma de sostenerse como estructura, fuerza de lobby y eje de movilización política para la izquierda neomarxista, pasó a depender de la manufactura comunicacional de la victimización de la mujer.
El machismo, entendido como el patrón de conducta asociado al supremacismo masculino – ya sea real o inventado – es hoy imprescidible para el movimiento feminista, puesto que lo necesita para justificar su existencia ante la ausencia de diferencias formales en los derechos legales de hombres y mujeres.
Por otro lado, cuanto mayor sea la percepción pública de la influencia del machismo en la sociedad y de la amenaza que esto representa para los derechos de las mujeres, más se le permite al movimiento feminista extraer todo tipo de concesiones de los gobernantes, como el otorgamiento de beneficios especiales a la población femenina o la promulgación de legislación abiertamente discriminatoria contra los hombres. De esta forma el principal beneficiario del machismo – tanto el real como el inventado – es el movimiento feminista.
El machismo como justificativo para la violencia hembrista y la instrumentalización del varón
La idea del machismo se utiliza además para deshumanizar al varón, representando a todo el sexo masculino en una apariencia exageradamente negativa, monstruosa, atemorizante. De esta forma, se logra incorporarlo al gran enemigo, justificando la violencia en su contra.
La violencia hembrista llevada adelante con este justificativo – generalmente contra hombres inocentes y muchas veces feministas – suele basarse en la «instrumentalización» del varón, es decir, en la consideración del mismo no como una persona sino como una herramienta disponible para uso y abuso por parte de la mujer, para servir a sus intereses y necesidades.
El libro «El Varón Domado» de Esther Vilar, fue pensado por su autora como una refutación al axioma feminista de que la mujer se encontraba dominada por los hombres. En él expone todas las artimañas utilizadas por la mujer en las sociedades occidentales de mediados del siglo XX para utilizar los roles de género para servirse de los hombres como bestias de carga. Este libro es hoy utilizado por organizaciones feministas radicales en Uruguay como fuente de consejos para que las mujeres apliquen a su relación con el sexo opuesto.