Michael Tracey descubrió que Lena Dunham (una actriz feminista que ha promovido el exterminio de los hombres y prometido exiliarse de EEUU si Donald Trump era electo presidente) mintió al decir que había votado en las elecciones primarias en Estados Unidos.
El costo de decir la verdad sobre el feminismo desde los medios
Investigando – algo que los periodistas cada vez hacen menos – Tracey encontró que Dunham no estaba registrada para votar como demócrata, por lo que no podría participar de las internas de su partido, como recientemente había declarado, procediendo a publicar la noticia.
Las autoridades de la publicación, que intenta cumplir con la misión imposible de ser contestataria y progresista a la vez cuando el progresismo se ha convertido en un culto fundamentalista, decidieron despedirlo, en lo que queda perfectamente enmarcado en la política de condicionamiento social típicas de la cultura política neomarxista: «Estás con nosotros, premios. Nos criticas, te destruimos a la vista de todos, para que sirvas de ejemplo».
La acostumbrada defensa de lo indefendible
La revista, sin embargo, salió a defenderse diciendo que el despido no fue por realizar una nota crítica de una ¿ícona? feminista, sino por haberla «doxeado» (expuesto su identidad) en la nota.
Bastó un tweet del periodista para probar que la dirección de Dunham, que aparecía en la nota y era la base del argumento del doxeo, ya había sido expuesta en múltiples ocasiones anteriormente, por lo que no estaba sacando a la luz ninguna información que perteneciese a su esfera privada.