A primera vista, la aprobación de una ley demencial como ésta resultaría absurdo, aún sin tener en cuenta que ha sido presentada al parlamento por un grotesco personaje que debió abandonar su banca luego de salir a la luz su costumbre de falsificar firmas en procesos judiciales a los que atendía como abogado.
Pero no debemos desestimar el carácter surrealista que la realidad política de Uruguay ha tomado a medida que egresan de las universidades y se integran a la sociedad (y a todos los partidos políticos) sujetos adoctrinados en la ideología posmoderna neomarxista, convencidos de la teoría conspirativa del patriarcado y de que «el género es una construcción social«.
En conversaciones con militantes y operadores de la oposición se percibe a la vez rechazo e incredulidad en cuanto a los disparatados contenidos de la ley. «Estuve estudiando la ley y todavía no caigo. Es un disparate de pe a pá.» nos comentaba un operador del partido nacional.
Si bien las bases de ambos partidos tradicionales y gran parte de la oficialista se encuentran consternadas ante una ley que toma la tutela de los niños de las manos de sus padres y se los entrega al estado y la ideología de género, entre los legisladores, se percibe apatía y complacencia.
Algunos diputados opositores afirman de plano que «la ley se va a aprobar», contentándose con el premio consuelo de modificar algún artículo o retrasar la aprobación del proyecto. Esta actitud conformista y resignada del grueso de los líderes opositores, generalmente entrados en canas, que hasta hace poco llevaba al desencanto con sus representantes a las bases de apoyo opositoras, hoy está generando reacciones distintas.
El clima en las organizaciones sociales y la base joven de la militancia es de impaciencia, cuando no bronca, ante un liderazgo vetusto que parece haberse acostumbrado a asumir la derrota antes de salir a pelear. Si el liderazgo actual de los partidos opositores no se despierta y da la batalla, enfrentándose decididamente a la imposición de esta ley, podría ser un error que les cueste caro en las próximas internas frente a figuras más combativas y fieles a sus principios.