Las sociedades tribales y la genealogía natural del «patriarcado».

Para el dogma oficial, hombres y mujeres no tienen diferencias de ningún tipo. Una mujer puede ser tan fuerte como un hombre y un hombre puede ser tan buen «mamá» como una mujer. Negarlo, puede acarrear consecuencias si tienes la mala suerte de ser uno de los seleccionados para «dar el ejemplo» por quienes cumplen el rol de policías del pensamiento en las redes sociales y medios.

Nosotros, sin embargo, sabemos que son múltiples estas diferencias y de hecho, la propia eficacia de este sistema de control coercitivo del pensamiento reposa en esas mismas disparidades que, como profano, no tenés permitido entender. Me explico.

El ser humano es un producto de su pasado evolutivo. Estamos hoy acá, porque durante siglos, milenios, eones, nuestros antepasados nos fueron transmitiendo las características que les permitieron ser prósperos y fecundos.

El comportamiento del ser humano, arrastra esta herencia biológica ancestral. Hinchas de fútbol se desviven por una camiseta de forma completamente «irracional» de la misma forma que soldados en la edad media lo hicieron por el estandarte de su señor feudal, despliegan el mismo espíritu de beligerante que las bandas visigodas que saquearon roma, y sienten en la derrota un eco del fracaso absoluto que en un enfrentamiento tribal una derrota significa.

El origen de la división de roles

De la misma forma, y a la vez de una manera completamente distinta, la mujer de hoy arrastra también una herencia del pasado que se hace carne en sus emociones. Pero las victorias y las derrotas para la mujer han sido muy distintas durante los siglos a las derrotas y victorias de los hombres. La mujer fue casi ineludiblemente madre, y encargada del cuidado de las crías. Como tal, la forma de organización social de un grupo humano en las épocas tribales que marcaron la mayor parte de la evolución reciente del ser humano se basó casi universalmente en círculos concéntricos:

  1. Los niños, el futuro del grupo humano a proteger.
  2. Las mujeres, encargadas del cuidado de los niños.
  3. Los hombres, encargados de la protección del grupo.
Figura tribal representando los círculos del ordenamiento social.

Esta organización básica, al contrario de lo que la teoría conspirativa feminista profesa, no surge de una conspiración de género para oprimir a la mujer, sino como una necesidad de supervivencia natural de grupos humanos en constante conflicto y competencia por territorio y recursos.

La evidencia de esta afirmación, se puede comprobar por el absurdo que implicaría imaginar una sociedad tribal en la que se pusiera a los hombres en el centro para ser protegidos, a las mujeres se les diera el rol de cuidar a los hombres y a los niños el de proteger al grupo humano de amenazas exteriores, depredadores, u otras tribus.

Volveríamos a caer en el absurdo, si arriesgásemos en la guerra a las mujeres y pusieramos a los hombres a cuidar de los niños. No solo no estarían equipados biológicamente para amamantar sino que además, como todo criador de animales sabe, la perdida de la mayor parte de las mujeres en un enfrentamiento equivaldría a una catástrofe reproductiva para el grupo, de la que, en el mejor de los casos, tardaría generaciones en recuperarse, mientras que la pérdida del mismo porcentaje de hombres, no afectaría casi en absoluto la capacidad del grupo de reproducirse.

Esta estructura social básica que a medida que la civilización fue avanzando ha dado lugar y formado las bases de las sociedades en las que vivimos ahora, como vemos, no es fruto de una actividad conspiratoria de un sexo contra otro, como lo es la del movimiento feminista actual, sino de la necesidad de supervivencia y procreación de los grupos humanos.

Comentarios:

Podrá argumentarse que existieron sociedades en que las mujeres formaron parte de la clase guerrera, citando por ejemplo a los escitas y los mongoles. Estas son ambas sociedades nómades de las estepas con características muy distintas a las sociedades sedentarias que formaron la base de nuestras sociedades: y son, además, la excepción, no la norma.

Por otro lado usar este argumento vuelve a echar por tierra el mito feminista de que una sociedad más igualitaria y con mayor preponderancia femenina, implica una sociedad más pacífica, dado que se trata de las sociedades universalmente reconocidas como las más brutales, beligerantes y genocidas de la historia. Los escitas cortaban partes de los cuerpos de sus enemigos y elaboraban ornamentos con ellos. Con los craneos de sus enemigos, elaboraban cuencos para beber, algo que a sus propios contemporáneos les parecía de un barbarismo extremo. Los mongoles fueron un imperio que asesinó al 11% de la población mundial de su tiempo, la mayor proporción de seres humanos vivos eliminada por una sola entidad política en la historia.

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