Cuando uno pensaba que el fanatismo del movimiento feminista uruguayo había tocado fondo con su pretensión de censurar una Telenovela, la realidad nos recuerda que el fanatismo pasa por alto los límites de lo que el resto de las personas consideramos razonable, atropellando todo lo que exista por fuera de su cerrada ideología.
Así, el movimiento feminista en su afán totalitario de forzarnos a pensar como ellos quieren, cree que es buena idea censurar a uno de los cantantes más populares entre las chicas uruguayas, las mismas chicas que el movimiento se esfuerza – de manera torpe, invasiva e infructuosa – por atraer. ¡Qué sorpresa me llevaría si esto fuera contraproducente!
Las feminazis, viendo cómo su fin se acerca, descuidan las apariencias.
Cuando los nazis (de quienes la propaganda feminista ha tomado unas cuantas ideas) se vieron frente a la derrota definitiva en la segunda guerra mundial, en lugar de dejar de lado los campos de exterminio y concentrarse en el frente de batalla, intensificaron el genocidio, aún cuando sabían que con esto, estaban condenándose a sí mismos a la derrota.
El feminismo radical, de extrema izquierda, que maneja el movimiento feminista, al igual que los nazis, participa de una ideología totalitaria solo que articulada entorno a la misandria en lugar del antisemitismo, al parecer, se ve llevado por los mismos impulsos, a las mismas conductas.
A pesar de que la campaña para censurar a la novela turca «Esposa Jóven» ha impactado negativamente en la imagen del movimiento, este ha decidido cavarse una fosa aún más profunda al oponerse al ejercicio de la libertad y el inocente disfrute de quienes consumen estos productos de entretenimiento.
Para colmo, las feministas lo hacen levadas por una paranoia sin asidero en la realidad de que esta música y programas de TV van a convertir a los hombres en violadores, análoga a la histeria que en los 90s llevaba al mismo perfil demográfico de mujeres maduras de clase media-alta que hoy lideran el movimiento feminista, a pensar que los videojuegos convertirían a sus hijos en asesinos violentos.
Y así, el mismo movimiento feminista uruguayo para el que usar calzas fomenta la trata de personas, ellas mismas, que viven reprimiendo su femineidad y negando la existencia de su instinto maternal, terminan expresándolo exageradamente en su propia acción política al pretender sobreproteger a mujeres libres, como si se tratara de sus propias hijas.
Fuente: Change.org