Desde el 2007 al 2015, la cantidad de pruebas de paternidad solicitadas por padres que sospechan ser víctimas de fraude parental se han triplicado.
Este es un indicador de la creciente desconfianza, infidelidad e inestabilidad en las parejas, que han generado las políticas públicas y narrativas neomarxistas orientadas – ahora abiertamente – a promover la desestabilización social y facilitar el adoctrinamiento ideológico de los niños mediante la destrucción de la familia y el debilitamiento de los varones.
Según estudios, se estima que entorno al 10% de los vínculos paternos son fraudulentos, fruto de un engaño por parte de la madre de la criatura.