AfD se ha convertido en el tercer partido con más representación de Alemania tras las elecciones del pasado domingo. Fue la “revelación” de estos comicios donde Merkel ha conseguido salir victoriosa por cuarta vez. Esto no parecía estar en los planes de los globalistas internacionales, quienes por estas horas gritan desesperados a coro lo ultraderechista que es AfD, denuncian nazismo, sugieren que utilizaron como método de campaña asustar a la población con los atentados terroristas de los últimos tiempos y toda clase de advertencias desfavorables.
Entendemos que no han venido siendo sólo un mal sueño las explosiones, atropellamientos y acuchillamientos en toda Europa. Uno diría que más asustaron a la población quienes cometieron los atentados, pero bueno, se acepta debate al respecto y podemos estar equivocados. Bien podría preguntársele a las familias de las víctimas.
Qué decir, Orwellianismo a todo vapor. La radicalidad depende de cuál sea el eje. A una tribu de caníbales que andan en cueros y reducen las cabezas de turistas desprevenidos, les debe parecer una cosa de lo más radical vivir en construcciones edilicias, andar vestidos y tener otros códigos de conducta.
Desde ya que al salvajismo debe parecerle radical la civilización. Habrá quienes les parece de lo más radical -por ejemplo- negarse a tapar monumentos occidentales ante la visita de autoridades musulmanas «porque ofende a su
religión». O negarse a vestir indumentarias protocolares para una religión, si el caso es que una mujer occidental asiste de visita a jurisdicciones regidas por el islam.
Tras los resultados, cuanta noticia política uno mire al respecto en los medios, apela a esa retórica Orwelliana de invertir el relato, entonces vemos a Frankenstein horrorizándose de supuestos monstruos. ¿Dónde está -por ejemplo- la catástrofe mundial que se anticipó con la llegada de Trump? Muy por el contrario, los mercados mejoran y mejoran.
Seamos claros. Ciertas declaraciones de líderes de AfD podrían resultar rayanas a un radicalismo ultranacionalista, al nacionalsocialismo, pero esa suposición -que a veces parece no estar exenta de intencionalidad- se despeja cuando buscamos un poco más en declaraciones como las de Alexander Gauland, quien justamente está sospechado de ser “el líder más extremista” de AfD.
Si uno lee ciertos medios de comunicación, allí dirá que él defiende la ideología nazi. La base para deducir lo anterior, proviene de dichos como cuando resaltó el valor de los soldados alemanes en ambas guerras (no sólo la Segunda), pero entonces acto seguido ya veremos escrito algo como “Gauland reivindica a los
soldados nazis” en diversos titulares. El pensamiento íntimo de Gauland lo desconocemos y no necesariamente venimos a promocionar a AfD como un partido ideal o que siquiera comulguemos, la cuestión aquí es que no se resaltan otras declaraciones, como cuando describió la dimensión trágica de Auschwitz en entrevista a Zeit, nota en la que también refirió a Hitler como el hombre que le quebró la espina dorsal a Alemania y le provocó gran daño.
Lo que AfD y sus líderes proponen es algo parecido al mensaje utilizado por Trump en su campaña. Alemania para los alemanes. De hecho, para conducirla contaron con Harris Media, el mismo equipo del magnate devenido en POTUS. La apuesta es a una reconstrucción identitaria alemana dentro del contexto actual, no vemos qué país carece de derecho a reconocer sus valores. Puede que eso afecte los planes de otros sectores que aparentemente tienen en mente “deconstruir” la naturaleza de los pueblos y sus tradiciones desde organizaciones internacionales, pero de ningún modo podríamos ver nazismo en los alemanes por pretender conservar el lugar donde viven y su cultura tal como es. Ese fue el centro de la campaña.
Resumiendo, tercer partido político con más presencia y gran sorpresa de cara al futuro. Su líder ya adelantó: «vamos a la caza de Merkel desde nuestra posición en el Bundestag”. Nadie que respete el sistema más preponderante de los países civilizados hoy en día, o sea la Democracia, debería negarse a que las diferentes opiniones de sectores en disputa estén bien representadas en un parlamento. No vivimos en tiempos donde la apertura a ideas opuestas sean particularmente bienvenidas (en especial si se trata del espectro de la izquierda), pero bajo el entendido que del promedio de diferentes posturas se arriba a las mejores propuestas, tal competencia debe ser bienvenida más allá de “cucos” y miedos por realidades de una época lejana. Más lejana aún tomando en cuenta esta actualidad donde todo avanza más rápido que nunca. Está la realidad y está el prejuicio. Está la tolerancia real a lo distinto, o la imposición de una igualdad donde -como dijera el ya mencionado Orwell- algunos son más iguales que otros.