Desde hace algunos meses, en el mundo hispano y específicamente en Uruguay vemos como aparecen en la prensa – recomendaciones de crianza orientadas al público femenino que – inspiradas en la ideología de género – planetan como objetivo «evitar la heteronormatividad».
Esta idea no se está empujando solamente desde los medios, sino también desde la propia educación.
En este artículo analizaremos qué es la heteronormatividad, los motivos por los cuales se crea y promueve el uso de este neologismo, y comentaremos las consecuencias que puede acarrear para los niños y la sociedad la adopción del modelo de crianza pretendido.
¿Qué es la «Heteronormatividad»?
Primero que nada, la heteronormatividad no es una palabra que haya nacido espontáneamente, sino un «concepto construido» desde las universidades por académicos neomarxistas que como «construccionistas sociales» consideran su rol no es la búsqueda del conocimiento sino la utilización de su autoridad académica en pro de la consecución de objetivos políticos vinculados a la ideología de género y el marxismo cultural.
(Otro ejemplo de concepto construído es el de «violencia de género» que analizamos aquí )
Quienes proponen este concepto lo definen como:
«La creencia en que el sexo masculino y el femenino tienen una base biológica que los hace distintos y complementarios».
Esto, que se está planteando como una «creencia problemática» es lo que cualquier persona con un conocimiento básico de neurociencia sabe que es una realidad científicamente comprobada.
Somos diferentes desde la concepción. Tenemos genes diferentes, cuerpos diferentes, hormonas diferentes, cerebros diferentes. Plantear que hombres y mujeres somos biológicamente iguales o que estas diferencias biológicas no generan tendencias comportamentales distintas es negar la realidad.
Ahora, para los construccionistas sociales la veracidad de una creencia es irrelevante. Solo importa su utilidad para el «cambio social», algo que en general, se trata de la desintegración del sistema democrático-liberal-capitalista y por extensión, la degeneración de la cultura occidental y por este motivo estos marxistas culturales (feministas incluidas) nos dicen que creer esto, por real que sea, es «problemático».
Veamos qué es lo realmente problemático:
Pero si esto es preocupante, recordemos que lo que se propone desde el marxismo siempre ha sido más atractivo en el papel, que lo que se ha generado al intentar aplicarlo a la realidad.
En lo que respecta a la crianza, lo que los construccionistas sociales neomarxistas definen como «heteronormatividad» es la tendencia natural de los padres a guiar a niños y niñas en forma distinta de acuerdo a las diferentes tendencias que suelen expresar sus hijos. Esto ayuda naturalmente a que los niños varones, se comporten y socialicen de acuerdo a su sexo, y las mujeres también. Facilita la integración social de los chicos, y evita la generación innecesaria de conflictos entre la identidad y la biología que como veremos luego, son la causa de grandes sufrimientos entre la población transexual.
Esta preocupación de los padres por la crianza de los niños de acuerdo a su sexo biológico es lo que el marxismo cultural pretende sancionar desde la ideología de género, ya que lo identifica como un obstáculo para la consecución de los «objetivos revolucionarios» de esta ideología.
La crianza «Genero Neutro» y la promoción del transexualismo y la disforia de género.
El problema con la promoción de la crianza «género neutro» es que no se insta a los niños a aceptar a las personas de otras orientaciones sexuales, sino que se los incita – quizás involuntariamente en la mayoría de los casos – a adoptarlas.
Si un varoncito quiere jugar con la muñeca de la hermana o vestirse con la ropa de la madre, ¿Por qué se lo vas a negar? No hay nada malo en dejar a un niño explorar. El problema pasa cuando en nuestro objetivo de no imponerle nada a nuestros hijos, nos olvidamos de guiarlos por un camino que los lleve a su realización personal, para lo que les es necesario tener una sintonía entre su ser social y biológico, entre su sexo biológico y su identidad. Más allá de que luego una vez adulto, sea libre de realizar las prácticas sexuales que desde su libertad y madurez prefiera.
Obligar a un chico o chica de 7 años a elegir una de decenas de orientaciones sexuales entre las que la heterosexualidad es una más, no es darle libertad sino todo lo contrario. Es confundirlo y desorientarlo.
Los esfuerzos de propaganda de los lobbies del género, explotan nuestra inseguridad como padres sobre si estamos llevando adelante adecuadamente la crianza de nuestros hijos. Venden como «no imponerle una sexualidad» a tus hijos, lo que en los hechos es confundirlos y dirigirlos involuntariamente hacia una disforia de género que como veremos más adelante terminará impactando negativamente sobre su salud y su felicidad.
La promoción de la disforia de género desde la política Uruguaya.
El combate de la mal llamada «heteronormatividad» es el objetivo de muchos «Talleres de Género» en instituciones para jóvenes y niños, como los que como alertamos previamente, llevó adelante el INJU junto con una ONG feminista dedicada a este tema.
Este alerta llamó la atención del Director del INJU – Santiago Soto, Partido Socialista – quien tuvo algunas palabras sobre el tema, que decidimos interpretar como un halago-.
Santiago Soto, previamente consultado sobre los objetivos de su gestión al frente del INJU, comentó al pasar que pretendería utilizar esta autoridad para promover lo que llamó la «batalla cultural por la igualdad de género».
«Batalla Cultural» es un término que hace referencia al pensamiento de Antonio Gramsci, teórico marxista italiano, que sentó las bases del marxismo cultural, desde el que se plantea la doctrina de la degeneración de la cultura de la sociedad, como herramienta para desestabilizar el sistema capitalista.
En este contexto se enmarcan las acciones de la izquierda radical tendientes a influenciar el comportamiento no-político de las personas: la cultura, el entretenimiento, la educación, y en este caso, la sexualidad.
Casos más extremos: Suecia e Inglaterra.
La aplicación de estas políticas ha llegado al extremo más horrendo en Inglaterra, donde se ha propuesto que la enseñanza del transgenerismo sea obligatoria en las escuelas, y que se le pueda realizar mutiladoras cirugías de cambio de sexo a jóvenes y niños sin previo consentimiento de sus padres. La cantidad de niños en búsqueda de tratamiento psicológico por disforia de género en Inglaterra se ha cuadruplicado en los últimos 5 años. ¿Es esto lo que queremos para Uruguay?
En Suecia, se está promoviendo legislación para permitir que adolescentes de apenas 12 años puedan realizarse cirugías de cambio de sexo que mutilarían sus genitales permanentemente.
¿Cómo no se dan cuenta de que esto está mal?
Por un lado están quienes a causa de la desinformación y la propaganda creen cándidamente en que «la heteronotimatividad es un problema». Por otro, están los manipuladores que consideran que la salud emocional y el bienestar psicológico de niños y jóvenes es secundario frente a la gloriosa lucha anticapitalista gracias a la que ocupan una posición de privilegio y poder que desean conservar.
Comprendiendo esta campaña como una acción del marxismo cultural, la promoción de la disforia de género en los niños y jóvenes, tiene como objetivo que las personas adopten ideas y costumbres – una identidad de género disfórica – que luego faciliten a las fuerzas políticas anticapitalistas obtener su apoyo para concentrar el poder necesario para transformar (aún más) radicalmente la sociedad.
En resumen, se busca que más personas adopten orientaciones sexuales alternativas, porque entre otras cosas, esto significará en 10 años un mayor apoyo por el sector político que se ha posicionado como defensor de esa demografía.
Quizás de la misma forma que más trágicamente los tupamaros en los 60s desestimaban la gravedad de los secuestros y asesinatos que llevaron adelante, porque los justificaban con la subjetiva grandeza de sus fines políticos, hoy los daños colaterales de esta lucha no son soldados ni guardias muertos, sino niños y jóvenes cuya salud psicológica se sacrifica en el altar de la decadencia militante.
El daño a los niños
Incluso entre los niños que muestran disforia de género en la infancia, si no los alentamos a lo contrario, más del 90% de ellos crece para convertirse en personas perfectamente normales, que superan la disforia de género por sí mismos.
El Colegio Americano de Pediatras, la asociación que reúne a los pediatras estadounidenses, ha denunciado en fuertes y claros términos el daño que produce en los niños la ideología de género.
Cabe recordar que esta ideología es anticientífica, puesto que se sustenta todavía en la creencia de que no hay diferencias de base biológica entre las tendencias comportamentales del varón y la mujer, y lo que ha sido sistemáticamente descartado por las ciencias empíricas.
Esto es clave, porque solamente negando la naturaleza sexual del ser humano, puede sancionarse como anómala una «heteronormatividad», que no es otra cosa que actuar de acuerdo a nuestra naturaleza como hombres y mujeres.
Con esta lucha contra la heteronormatividad naturaleza sexual humana, la ideología de género introduce otra política extremista. Desde la candidez o el engaño, promueve drásticos cambios en el comportamiento de la sociedad, promoviendo incluso como en el caso de Inglaterra la realización de cirugías de cambio de sexo en niños, sin consideración alguna al daño que estos cambios puedan causar a las personas.
Los problemas de salud mental asociados a la adopción de orientaciones sexuales alternativas están plenamente documentados:
- 8 veces mayor riesgo de intentos de suicidio. ( Fuente )
- 7 veces mayor riesgo de alcoholismo. ( Fuente )
- 6 veces mayor riesgo de depresión. ( Fuente )
- 3 veces mayor riesgo de drogadicción. ( Fuente )
- 3 veces mayor riesgo de conductas sexuales riesgosas ( sexo casual sin protección ) ( Fuente )
Cuando tomás en cuenta que esta postura atenta contra la estabilidad emocional, la salud mental y en definitiva el derecho de tu hijo a ser una persona feliz y completa, resulta más que cuestionable la actitud de quienes alientan este modelo de utilización de los niños en un activismo sin escrúpulos, que pone a la política por encima de su salud, su felicidad, su futuro.